Viene de “Mi Bandera (Múltiple) 1, 2, 3, 4, 5 y 6”. Consúltense antes de seguir la lectura.
Sentarse a pensar
Como vengo dando a entender, participo plenamente de estas ideas que se cuecen en el interior de la comunidad latino/ibero/hispanoamericana, que tratan de revalorizar ese pasado y ese patrimonio hispánico compartido. Y tengo una seria propuesta que hacerle a esta comunidad para impulsar el cambio de paradigma y trazar un nuevo rumbo. Esta propuesta forma parte de mi «tishoficción», parte de lo que he dicho con anterioridad: el fomento de un gran encuentro. Invitaré a mis congéneres a venir a sentarse a pensar a mi tierra natal.
El hecho de hacerlo es, desde su concepción, el mayor, el más osado y consecuente gesto de «insubordinación fundante» que se me ha ocurrido —que vengo soñando desde bien joven—; a la altura por supuesto de los tiempos en que vivimos, y de los enormes problemas que nos acucian como especie. Invito a los «ciudadanos del mundo» a venir a mi tierra para conocernos, vernos las caras, dialogar, expresar nuestros pesares y preocupaciones; pero también nuestras esperanzas, compartir nuestro tiempo y nuestros conocimientos, participar en una gran escenificación simbólica/ritual colectiva; e iniciar un debate sobre qué debemos hacer a continuación, qué es lo que sigue; porque dudo mucho que, sabiendo lo que sabemos, conociendo la historia de la Humanidad —ficción «Humanidad»—, dándonos cuenta de la aceleración de los acontecimientos en que estamos inmersos, constatando el aumento de la interactividad general planetaria —el proceso avanzado de globalización—..., debamos dejarnos llevar por la inercia general sin al menos hacer un alto para reflexionar.
Este gran encuentro es solo el comienzo de la aventura que propongo. Desde el primer momento deseo conferirle un carácter constructivo, reflexivo, festivo, amistoso, jovial, fraternal..., y por eso antes que un congreso, o un foro, o una asamblea, o un simposio, es un festival (una festividad). En realidad, es todo esto junto y más, es la celebración de estar vivos; y el nombre que tengo decidido para este evento, desde siempre, es el de «Festival de Tisho Babilonia», lógicamente, ¿no?, es decir «BABYLON FESTIVAL» en inglés; así quiero que sea conocido. Por supuesto, he hecho indagaciones y ya existen en el mundo unos cuantos festivales homónimos (los típicos encuentros juveniles de música, alcohol, hormonas y desenfreno); no es de extrañar, puesto que la palabra «Babilonia» se presta a este tipo de asociaciones mentales («gracias» a la tradición judeocristiana, que tanto «cariño y admiración» mostró siempre por los acadios: el pueblo agrícola, innovador, que levantaba ciudades esplendorosas como Babilonia, con murallas ricamente decoradas, con zigurats, con jardines colgantes... y que inventó los primeros códigos civiles de la historia...), inspira el encuentro, la tolerancia, la convivencia, la pluralidad, la heterogeneidad. El nombre artístico que regento no me lo puse en vano, allá por mis 18 años, sino con toda la intención fundante del mundo; por consiguiente, para diferenciarlo de estos festivales, y evitar confusiones, etc., le he añadido el nombre de mi pueblo: «BABYLON FESTIVAL - BENAMAUREL». Y por supuesto, no tiene nada que ver con este tipo de festivales, de hecho para desmarcarme le he dado otros nombres: suelo denominarlo «GRAN MANDALA» en recuerdo de las obras efímeras que hacen los monjes tibetanos con tierras de colores, unas ceremonias primorosas que tienen lugar durante días, en las que crean una representación artística del mundo, del cosmos, repleta de simbología, y después, una vez concluida, la borran y se van; porque lo importante fue el proceso ritual, presencial, el hecho de encontrarse, transitar el camino juntos, participar, compartir tiempo, espacio y vivencias, trabajar la plasticidad neuronal, la empatía, el conocimiento del otro, el Inconsciente Colectivo —ficción «Inconsciente Colectivo»—… También le he dado otro nombre más formal, el de «FORO GAIANO MUNDIAL» (FGM) porque en efecto lo es, es un foro internacional en toda regla que aspira a desbordar en todos los sentidos a otros foros internacionales tan serios e importantes como el Foro Económico Mundial (FEM), o el Foro Social Mundial (FSM) y otros por el estilo. Gaia es el nombre griego de la diosa de la Tierra —un mito antiguo equivalente al de la diosa romana Tellus o Terra, la Pachamama de la tradición andina, la Pritiví del hinduismo, etc.—; también es el nombre poético que adoptó James Lovelock y Lynn Margulis y otros para referirse a su extraordinario hallazgo científico, que decidieron denominar «Hipótesis Gaia», en el que el planeta Tierra se nos revela como un superorganismo vivo, un sistema autorregulado que tiende al equilibrio... una idea que está en la base de muchas argumentaciones ecologistas. En artículos como «La Unión», «Hábitat Cosmopolitano» y otros, que tengo publicados en mi sitio web (www.tishobabilonia.com), adelanto estas cuestiones. En cualquier caso, pretendo abordar con la debida minuciosidad el tema del «Babylon Festival o Gran Mandala o Foro Gaiano Mundial» en futuros escritos y obras artísticas.
Hoy los pensadores, los estudiosos, los especialistas en infinidad de disciplinas, los inventores, los artistas, los filósofos, los jóvenes en edad de buscarse y encontrarse, los sensibles, el público en general… sobrellevan sus vidas en medio del trajín diario de sus ciudades y países, enfrascados en sus parcelas de la realidad, en un ambiente de rutina y normalidad, de anonimato en la mayoría de los casos. Siguen la actualidad en silencio, informándose en solitario, escuchando pasivamente a los actores políticos de turno, a los informantes; vibrando de emoción cuando algunas pocas chispas de lucidez destacan de vez en cuando en medio de la riada mediática, y como mucho compartiendo sus temas de preocupación o preferencias en su entorno laboral, su círculo de amistades, o entrando en circuitos más activos, plataformas, asociaciones, además de las redes sociales. En realidad, podemos afirmar que ya existen sobre la mesa entornos lo suficientemente amplios y diversos como para poder canalizar nuestras aficiones y habilidades intelectuales y sociales. Pero a mí siempre me preocupó la dimensión de las cosas, la escala macro; porque pareciera que poco más se puede hacer, y no es cierto... Todo depende del grado de motivación y compromiso, de las masas críticas que secundan una idea, de la rebeldía, en definitiva, de la insubordinación, ¿sí o no?; pero también del sentido de la oportunidad..., y tal vez la oportunidad esté llegando para involucrarnos, y poder intervenir como dice Gustavo Bueno en «una acción realmente universal». Y esto mismo es lo que quiero propiciar, sacar a la gente de su «zona de confort», o su «gueto de alcanfor», o su «patria de gominola y regaliz»; ofrecerle un espacio vacío (o casi vacío) para escenificar un gesto fundacional, un gran reinicio, un comenzar de cero —sin que eso signifique romper con nada—... donde se propicie el encuentro palpitante y se redimensione todo esto que es importante en nuestras vidas, todas estas preocupaciones e inquietudes que compartimos tantas personas, pero que la neblina de la cotidianidad y la dispersión ensombrecen y atenúan. El «BABYLON FESTIVAL» será justamente un encuentro macro de personas y temas, un destello de luz, de creatividad, de conectividad, de emoción, de intelectualidad, de cultura y originalidad; para abordar los asuntos que nos preocupan con la debida profundidad y extensión, tengan la preeminencia que merecen, y la repercusión que se necesita. Por eso, pondré especial interés en la comunidad latino/ibero/hispanoamericana, para que acudan a la cita. Cerca de 600 millones de personas hablando español, más unos 260 millones hablando portugués, pueden entenderse muy bien, y elevar su voz con claridad, para que se escuche en todo el orbe.
La intención es cambiar el rumbo de los acontecimientos planetarios (¡ojo!, planetarios, no solo regionales o continentales, que también), pensarlo todo mucho más, a más largo plazo, por más gente —cuanto más diversa y cualificada, mejor—, en red, para que cuando regresen a sus hogares la red siga extendiéndose. Un efecto amplificador que actúe en todos los ámbitos de la vida, de manera que los pequeños cambios, las pequeñas mejoras, desencadenen una mejora general y global… Ya intentaré perfilar las líneas generales de este gran evento cíclico (anual, bianual, trianual, tetraanual —como las olimpiadas—, o lo que se decida) que pretendo promover en mi tierra natal, para que todos aquellos que estén interesados, que sientan la llamada, puedan acudir conociendo un mínimo rudimento de lo que se viene a hacer —por y para qué, cómo, cuándo, dónde...—, una sencilla hoja de ruta, un algoritmo básico imprescindible, para que desde el primer momento se canalice este impulso con cierta efectividad. Mi función sería casi simbólica, la de iniciar la acción, servir de catalizador, pero luego todo lo demás estaría en manos de los participantes; así que antes me quiero asegurar de dejar claras mis intenciones, mis expectativas, mi visión de las cosas... por lo menos; porque es preciso poner máxima atención a las condiciones iniciales de procesos como este.
“Participo, luego existo”. La Civilización Empática. Jeremy Rifkin
Sistema redundante 1. Humanismo Gaiano
Estoy seguro de que estas ideas llegan a ser muy adictivas en cuanto eclosionan en la mente, os recomiendo dejar de seguir leyendo este y los otros capítulos si vuestra naturaleza no está dispuesta a soportarlo. Yo mismo las soñé/descubrí en aquella tierra, y tras la sorpresa y la fase de negación inicial correspondiente, desde entonces no han hecho más que crecer. Puede parecer pensamiento mágico, pero es que lo es, cuál es el problema. Lo más interesante es la ramificación que ha venido después. Ya he dicho que no tengo por costumbre podar mi imaginación, así que el resultado de mis averiguaciones lo compartiré por si suscita algún interés, confiando en el bien que puedan hacer —ficción «el bien»—. Ya sé que las primeras cuestiones serán ¿por qué la ocurrencia de un gran encuentro, por qué esta ubicación y no otras, etc.?, pero con el tiempo, cuanto más se descubre sobre el tema, la pregunta se reformula ¿por qué no, y por qué tendría que ser en otro lugar?, pues no existe otro mejor para empezar. Lo primero, nací y crecí en aquel lugar, a continuación allí desarrollé mi personalidad y mi visión del mundo, mi gusto por observarlo con atención y pasión; mi tierra debe cargar conmigo para bien y para mal; es un gran espacio vacío (semidespoblado) cuyo principal producto local ha sido siempre la emigración; está en el sureste español, en el epicentro del proceso de desertización que experimenta mi país; y si alguna vez nos decidimos a cambiar la deriva de los acontecimientos medioambientales, este sería un buen lugar para empezar a reconstruir. Siempre afirmo con satisfacción que África comienza en mi pueblo, y también el Gran Sur Global; y por la misma regla de tres también comienza Europa y el Gran Norte Global; así que esta condición de bisagra es la que lo define con precisión meridiana, y la que describe y determina mi personalidad a la perfección. La idea de un segundo frente económico en el suroeste de Europa, una «California Europea», puede convertirse en una bendición para la UE y para el resto del entorno regional. Y… qué añadir sobre la relación que Andalucía tiene con prácticamente todo el mundo, empezando por los millones de turistas de todas partes que vienen a visitarla, los estudiantes que acuden a sus universidades procedentes de América, Europa, África, Asia… para continuar con los vínculos históricos, culturales, sociales… que atesora y mantiene con las Américas, el Mediterráneo, el mundo árabe, Oriente Próximo y Europa, claro. Su condición de bisagra es rigurosamente verídica, une mundos, continentes, culturas, civilizaciones, mares… ¿Acaso no es esto lo que necesitamos a escala planetaria: nexos, puentes, encrucijadas; convertir los lugares de frontera y mestizaje en tierras de oportunidad? Y sumado a todo esto, las condiciones políticas españolas (estado de derecho, democracia plena), las sociales (derechos humanos, derechos civiles, seguridad social, sistema de pensiones, revolución feminista, protección de las minorías, protección del colectivo LGTBIQ+...), las económicas (una potencia media con una moneda estable —el Euro—, infraestructuras, comunicaciones), las culturales (un idioma extendido por el mundo como el español, un largo pasado)… son en general muy favorables, y hace que nos preguntemos si podríamos iniciar este gran proyecto sociocultural (o «escultura social») —el «Babylon Festival»—, con estos presupuestos conceptuales y circunstanciales iniciales en algún otro país de la región (nunca le di prioridad a ningún otro del sur de Europa, y tampoco al Norte de África, no por el momento).
Bien, ya sabemos dónde va a ser el «Primer Gran Mandala» —recordad como referencia la localidad de Benamaurel y la Comarca de Baza, en la provincia de Granada, en Andalucía, España—, pero lo que no he explicado todavía es el resto de la idea que sigue después; puesto que reunirse para escenificar una «insubordinación fundante» planetaria no basta, esto es solo el comienzo. De este encuentro debe salir el diseño del «Nuevo Mundo» que queremos para las futuras generaciones —respetando básicamente el orden westfaliano preexistente como punto de partida—; una serie de decisiones que marcarán el rumbo de los acontecimientos, un conjunto de planes y programas que deben ser lo más reflexionados, consensuados, cualificados, esféricos, omniscientes, universales y mansos posibles. Pero luego tenemos que llevarlos a la práctica para implementarlos en el conjunto del planeta. La aventura que os planteo consiste primero en reunirnos en el «Gran Mandala» (en mi pueblo), consolidar este evento, afianzarlo, fortalecerlo, codificarlo, estructurarlo, organizarlo por temas, líneas de reflexión y de trabajo, secciones, departamentos, líneas de financiación, empresas derivadas… Todo esto sin olvidar la dimensión planetaria del evento: venimos de todos los rincones de la Tierra a conocernos, contactar, crear lazos de amistad cooperación y concordia, departir, aportar, crear una «red de sentido» (Harari) colectiva, una «megaficción» (Harari), que luego trataremos de difundir y poner en marcha a escala planetaria, con suavidad y conciencia. Bien, el siguiente paso lo tengo muy claro: clonar el «Gran Mandala» o «Babylon Festival», y trasplantarlo a 11 lugares más —son 12 en total, ni más ni menos por el momento—, repartidos por todo el planeta; lugares que tengo decididos desde hace décadas, solo me falta afinar el territorio exacto in situ, en un radio de pocos kilómetros a la redonda —privilegio de pionero, de fundador, de artista—. Entonces, en el primer Mandala se codifican las líneas maestras de actuación, y desde allí previsiblemente se proyecta la acción diplomática, política, mediática, pedagógica, logística... previa, que se requerirá para involucrar a los países que auspiciarán los demás Mandalas, obtener los permisos correspondientes, la protección y el respaldo estatal.
Hemos de tener muy presente que cada Mandala, cada lugar elegido para esta celebración, es el embrión inmediato del que emergerá, con el paso del tiempo, una ciudad de nueva planta completa. Desde el minuto uno en el que se ponen en marcha los Mandalas, ya se está pensando en el urbanismo del territorio, en el sistema energético, en el suministro de agua, en la industria, la agricultura, en la cobertura vegetal del entorno y la acción de reconstrucción medioambiental…, en las rutas continentales con que se conectará esta futura gran urbe con el resto de las ciudades de los países de la región; en definitiva una red de comunicaciones terrestres, marítimas, aéreas, digitales… completa, a escala continental. Lógicamente también se está pensando en la interacción de esta ciudad con toda la región, su labor como motor de sinergias. No hace falta repetir que estas ciudades de nueva planta serán las futuras capitales del «Gobierno Mundial», coordinadas, del que vengo hablando todo el tiempo, que tendrá por misión velar por los intereses de la especie, por la biodiversidad, y en definitiva por la Noosfera. Unos centros que debemos entenderlos como sedes o sucursales de una versión futura de la «ONU AMPLIADA», o algo parecido; pero sobre todo serán GRANDES CENTROS DE ACUMULACIÓN: esta idea me la inspiraron los neomarxistas, que siempre están hablando de los «malvados» ciclos sistémicos de acumulación capitalista (Giovanni Arrighi) del Sistema-Mundo que han existido a lo largo de la historia, como por ejemplo el hispano-genovés, el holandés, el británico, el norteamericano, pero también el soviético y el chino, claro que sí. Así que me pregunté qué hay de malo si nos da por reproducir estos procesos a escala planetaria en muchos lugares a la vez (centros nuevos de acumulación); contemplando el planeta como un estado, estaremos acumulando, pero al mismo tiempo repartiendo, ¿sí o no? Ya sé que todo esto son temas muy delicados y largos de contar —pienso desarrollarlos en futuros escritos, supongo, pero animo a otros abordarlos también por su cuenta—; y precisamente por esta razón, por la complejidad creciente en la que estamos inmersos, deseo fomentar estos encuentros a gran escala —Grandes Mandalas—, para que participen muchas personas, con puntos de vista cuanto más diversos y argumentados mejor. Además, no solo me estoy refiriendo a la mera acumulación de capital, sino a las muchas otras acumulaciones que suelen ir aparejadas: acumulación de talento, de mano de obra, experiencia, saber hacer, servicios, bienes, medios, equipamientos, industrias, bienestar, salud, longevidad, cultura, ocio, refinamiento… Y, además, para cuando estas grandes ciudades capitales sean una realidad, toda el área geopolítica circundante habrá experimentado una transformación fabulosa paralela —condición sine qua non—. Esta idea la comparo con los icebergs, es mucha más la masa de hielo que no se ve que la emergida, pues lo mismo en lo concerniente a la cantidad de transformaciones que se efectuarán en las ciudades ya existentes —algo menos llamativo que un levantamiento urbano de nueva planta—, en la economía de los estados de la región, las mejoras en todos los campos —vivienda, empleo, salud, alimentación, educación, bienes de consumo…— y por supuesto en el ecológico y medioambiental; pues hay que tener presente en todo momento que esta gran insubordinación fundante, que pretendo promover, está basada en el «Humanismo Gaiano» (otra «megaficción» que me he inventado), es decir, que pretende una especie de entente, de contrato natural entre nuestra especie y el resto de la biodiversidad: todo lo que se realice de naturaleza antropogénica será consecuentemente biocompensado, por ejemplo, si creamos centros de acumulación demográfica, paralelamente grandes extensiones de territorio se irán despoblando y reconstruyendo medioambientalmente. El futuro que viene, por tanto, es muy complejo, ya os lo garantizo, tendremos que tener en cuenta millones de baremos, multitud de puntos de vista, ingentes cantidades de datos…, pero de eso se ocuparán especialmente los superordenadores y las «macrociencias» que inventaremos (espero que sus inventores seamos por una vez de la latino/ibero/hispanosfera), pero esto será otra historia.
Que nadie se confunda conmigo, para avanzar necesitamos contar con todas las posturas políticas e ideológicas conocidas más las que nos inventemos, siempre que sean pacíficas, y acepten el juego democrático.
Sistema redundante 2. Latino/ibero/hispanosfera
Cuando pensé seriamente en la gobernanza global, en cómo habría que organizar todo un planeta, con la lógica de un hipotético imperio esférico, generador, global…, una megademocracia planetaria…, no pensé en un centro neurálgico desde el que se tomaran todas las decisiones (un Washington o un Pekín o un Bruselas o un Moscú, pensé en otros distintos, originales, de nueva planta, para eclipsarlos a los anteriores, precisamente, y para denotar el acto fundacional). Pensé en un sistema redundante y coordinado, en 12 áreas o demarcaciones territoriales (aparte de la Antártida). Lo de 12 y no más y no menos seguro que a algunos les despierta el rincón del cerebro dedicado al pensamiento mágico y lo asocian con muchas «megaficciones» de antaño; hay para dar y tomar en las distintas tradiciones civilizatorias vernáculas del planeta: 12 horas (y su múltiplo 24), 12 meses, 12 signos del zodiaco, 12 ya tú sabes... Pero no, fue porque mi imaginación no me pedía más, miraba y volvía a mirar todos los datos, los mapas, la demografía, la geografía, la realidad geopolítica, la economía…, hasta tuve en cuenta la división del mundo en 9 civilizaciones de Samuel Huntington, y yo como soy un rebelde, si él pedía a gritos un choque de trenes entre civilizaciones, pensé en llevarle la contraria en muchas cuestiones...
Yo en cambio tengo otra visión del mundo, basada en la “fusión” y no en la división/fisión.
Creo que nadie tiene más razón, se trata del número de seguidores de cada opción.
Esto de un Sistema Redundante lo podemos entender muy bien con el caso tan acuciante que nos ha ocupado a todos, estos últimos años: la maldita pandemia COVID-19. Si tuviéramos 12 centros repartidos por todo el mundo, dotados con laboratorios y centros de investigación de excelencia (privados, públicos, y/o mixtos), con sus respectivos científicos («ejércitos» de científicos, legiones, miríadas), fábricas de medicamentos para la producción en masa de las vacunas, y sistema de distribución rápida a todas las ciudades y hospitales del área geopolítica correspondiente, capacidad de fabricación y stock de respiradores, mascarillas, EPI, jeringuillas —este equipamiento no se debe producir ni acumular en un único sitio en el planeta—, protocolos actualizados… las cosas funcionarían de otra manera, ¿sí o no? Pero no solamente eso, siguiendo el hilo del razonamiento de este mismo ejemplo, estas 12 áreas compartirían los resultados de la investigación contra la COVID al instante, en conjunto, en manada, y el beneficio llegaría a todo el planeta prácticamente al mismo tiempo. Pero sigo..., estas doce áreas harían las veces de centros logísticos y de coordinación, organizarían la recuperación económica a gran escala, de forma global, durante y después de la pandemia, sus bancos centrales financiarían toda la operación de recuperación de la economía regional, por ende, global.
Redundancia para todo (pensar glocal, global+local), para prepararnos contra crisis y catástrofes de todo tipo. Además de las pandemias, protocolos y equipamientos para ayudarnos unos a otros en casos como: recesiones económicas, terremotos, maremotos, megavolcanes, huracanes, sequías, crisis medioambientales, crisis humanitarias, amigos de la guerra y la destrucción, ataques terroristas, descarrilamientos de regímenes incompatibles con la civilización, «una epidemia de hiperconsumo, una plaga de unicornios, una rebelión zombi, un ataque combinado de replicantes y terminators, el asalto final de los orcos», una tormenta magnética solar, una inundación de rayos gamma y rayos X procedentes de una supernova, una devastación anunciada de asteroides dispuestos a impactar contra nosotros —tendríamos que enviar a Bruce Willis (película Armageddon) al espacio para que intentara desviarlos de la trayectoria de colisión, en el último segundo, claro—, una invasión extraterrestre —en este caso pondríamos nuestro destino en manos de los simpáticos Will Smith y Jeff Goldblum (película Independence Day)—. El sistema de alerta y ayuda actuaría en red, la redundancia serviría para los tiempos de vacas flacas y los de vacas gordas. Pero donde se puede entender la profundidad y el sentido de este PRINCIPIO DE REDUNDANCIA, y su relación con la «insubordinación fundante» sería en todo lo demás: esto de producir coches en Osaka, en París y en Detroit, por poner unos ejemplos, y servir desde allí a todo el mundo, atestando el planeta con alegría pastoril de trenes, camiones y buques portacontenedores llenos de coches, de un lado para otro, pues se va a acabar. Cada demarcación cosmopolitana tendría su gran dotación de medios repartida por los distintos países de su entorno: sus altos hornos, su industria pesada, su red de producción industrial, sus infraestructuras, su tejido empresarial, sus ingenieros y diseñadores, su mano de obra (si es que para entonces no lo fabrican todo los robots), normativas de calidad para todo, un sistema financiero robusto (fondos estructurales, de cohesión, sistemas de pensiones y subsidios…), una economía saneada y desarrollada, a la última. Cualquier invención, cualquier descubrimiento, cualquier técnica puntera, correría por las redes a la velocidad de la luz (fibra óptica literalmente), para compartirlo al instante, en todo el planeta. Ya sé que todo esto no es tan evidente, con nuestra mentalidad tribal y competitiva de hoy, para eso necesitamos los Grandes Mandalas, para confeccionar otra mentalidad colectiva para el mañana… Un buen comienzo sería leerse el libro de Jeremy Rifkin titulado La civilización empática y el resto de sus obras. Ya digo que ofreceré un gran espacio para que cada cual tenga el tiempo y la consideración que merece para discrepar de lo que diga yo y lo que digan los demás, de eso se trata, de aprender y ensanchar nuestro horizonte físico y mental.
Bien, me centraré en América porque de lo contrario no acabaré nunca este capítulo. Ya desarrollaré todos estos temas a lo largo de la vida que me queda por vivir. He dedicado más de media vida para pensarlos, soñarlos, imaginarlos, ahora emplearé el resto del tiempo en divulgarlos; pero si mientras tanto otros se suman y ayudan, pues tanto mejor; estos temas son tan extensos e inabarcables que en realidad para avanzar se necesitarían grandes equipos de cerebritos dándoles vueltas, fijando combinaciones, coordenadas e itinerarios… Por consiguiente, según el volumen de habitantes y la extensión del continente americano, pensé en tres centros, uno para Norteamérica, otro para Centroamérica y otro para Sudamérica. La cosmópolis norte (para «Panamérica») se llamará «ANDREA» (obviamente a nadie le he pedido permiso para poner estos nombres y elegir su emplazamiento, y a nadie estoy obligando a secundar nada de lo que digo), y como referencia para dar pistas de su ubicación, por el momento diré que está pensada para la encrucijada que se forma entre los dos grandes centros estadounidenses, la Costa Este y la Costa Oeste, y el eje norte-sur que conectaría Canadá con México, y para más señas añadiré dos datos más: ruta 66 y estado de Nuevo México. La cosmópolis centro (para Oceanamérica) se llamará «GALA», estará en Colombia, muy cerquita del tapón del Darién. Y la cosmópolis sur (para Australamérica), se llamará «TITANIA», se emplazará en el corazón de la gran cuenca del Plata, en la tierra fronteriza donde todo convergerá, entre Paraguay y Brasil…, solo mencionaré dos topónimos, Cerro Corá y Punta Porá.
Como podemos ver: con cuatro «Grandes Mandalas», en los que el español actuará como prima donna (en Andrea atraeremos de forma natural a la población hispanohablante estadounidense), más el portugués y el inglés; cubriremos sobradamente las expectativas de la latino/ibero/hispanosfera tanto en América como en Europa —una prometedora y hermosa relación triangular—. Estos cuatro centros mantienen la equidistancia que persigo, al estar situados en encrucijadas lejos y cerca convenientemente de las áreas más influyentes continentales preexistentes, que se caracterizan por su peso demográfico, económico, social y cultural. Al mismo tiempo, áreas como la zona central mexicana (Ciudad de México, Guadalajara…) y el umbral entre el Caribe y el Golfo de México (La Habana, Miami) ejercerían de nexo/engranaje/transmisión entre «ANDREA» y «GALA»; así como Lima, Cuzco desde la zona andina y Manaos desde la Amazonia, desempeñarían esta función intermediadora entre «GALA» y «TITANIA»; es decir, se beneficiarían simultáneamente de las dos cosmópolis cercanas. No olvidemos tampoco el papel general que desempeñaría «BAZA» como nexo de unión entre Latino/Ibero/Hispanoamérica y «el Viejo Mundo» o «AFROEURASIA».
–El sueño de un gachupín–
Alguien se preguntará de inmediato por qué construir una cosmópolis capital en Estados Unidos, si allí ya están «supermegadesarrollados», no hace falta concentrar más esfuerzo y riqueza, y además se corre el riesgo de disipar la influencia hispana en territorio gringo, y una vez más, sigan cortando el bacalao en el continente americano con su famoso «Destino Manifiesto» y la «Doctrina Monroe», esa que predicaba que «América es para los estadounidenses». Ya, seguro, pero eso es ahora, la comunidad hispana es la que más crece en Estados Unidos, más aún en los Estados del sur con más presencia continuada —antiguos territorios novohispanos—. El objetivo es afianzar esta tendencia, es ya el segundo país con más hispanohablantes del mundo, después de México; pero lo más importante es que yo no pienso emprender nada en el planeta sin contar con los países, grupos de países y potencias más influyentes y preparados del mundo de mi tiempo. Necesito su aliento, su potencia, su capital, su tecnología, su gente, su experiencia y saber hacer (no son mis enemigos, por supuesto); y, además, lejos de mi intención, no tengo el menor interés en que los que están «arriba» bajen, sino que los que quedan «abajo» los alcancen, y mientras tanto todo el tinglado se mantenga por siglos, sin que nadie pierda. En general, creo que, pensando así, contaré con más colaboración y complicidad; el objetivo final sigue siendo sacar adelante a la especie. Mi primera bandera es la mundial, que no se le olvide a nadie; luego vienen todas las demás. No pasemos por alto tampoco que las cosmópolis abarcarán áreas continentales enteras, se ocuparán del estudio, monitoreo y mejora medioambiental de la tierra emergida y de los océanos circundantes, así que bastará con tres cosmópolis para tres grandes áreas en el continente americano. La influencia y gestión de «ANDREA» —por ejemplo— se extendería desde el Golfo de México hasta el Ártico, desde la mitad del Atlántico a la mitad del Pacífico.
***
Hay mucho que hacer en todo el continente, por eso estas tres capitales (más «Baza», la cuarta capital desde Afroeurasia como refuerzo) tienen tareas diversificadas paralelas, unas comunes, compartidas, y otras específicas para cada región, área, país. Cada parte requiere tratamientos diferenciados y al mismo tiempo coordinados con el resto (esto se llama pensamiento complejo); en todas hay grandes reformas que hacer, pero en este momento solo mencionaré unas cinco líneas de actuación que se me ocurren:
DESCARBONIZACIÓN. Por muy desiguales —unos más desarrollados que otros— que sean los territorios actuales en los que se va a operar, a lo largo del continente americano (y el resto del mundo); uno de los objetivos fundamentales es reconvertir todo el sistema energético global, basado en recursos fósiles, que denomino «CAPEGASU» (carbón, petróleo, gas natural y uranio), que contaminan masivamente todo el ecosistema planetario, y aceleran el efecto invernadero; por el sistema «FUHIRE», una alternativa plausible, limpia, inminente, permanente, basada en la fusión nuclear, el hidrógeno y las renovables. Organizaremos una transición coordinada, segura, libre de fallos disruptivos, que llegue a todos los rincones del planeta. La tarea es ingente, nos concierne a todos. Algunos países americanos son importantes productores de petróleo y gas en la actualidad, buena parte de su economía depende de ello; sin embargo, la transición energética «FUHIRE» tendrá lugar inexorablemente, y por eso será necesario reconducirlo todo con diligencia y previsión, para evitar el colapso de sus economías; de hecho, muchas empresas del sector podrán reconvertirse a tiempo si desean sobrevivir.
DESMATERIALIZACIÓN. Este es otro de los grandes temas —troncales, transversales, esféricos— a debate, que se acometerán en los «Grandes Mandalas». ¿Cómo repensar y reconvertir de forma sostenible todo nuestro sistema de extracción, transformación, transporte y consumo, de materia y biomasa, y nuestra ocupación del espacio sobre la Tierra, con el que cubrimos todas nuestras necesidades que irán en aumento... para los más de 8.000 millones de personas que «reinamos» sobre el planeta? Desde la apropiación del territorio para la producción agropecuaria, los asentamientos humanos y nuestras construcciones urbanas, las zonas industriales, las redes de rutas terrestres, marinas y aéreas que lo conectan y atraviesan todo… hasta la extracción masiva de peces del mar y de los ríos, el consumo desmedido de agua dulce, la extracción masiva de minerales, tierras, y materiales —que en muchos casos están al borde del agotamiento—, la desaparición masiva de la flora y la fauna, la eliminación de bosques y selvas, el deterioro generalizado del suelo, el agua y el aire, etc. Ha de surgir alguna vez, pienso yo, un cambio de rumbo apreciable, contundente, secundado por muchos millones de seres humanos en todo el planeta al unísono, porque el que llevamos va directo a la colisión y el colapso, ¿sí o no? El que discrepe sobre esta apreciación, el escéptico y el negacionista, tendrá muchos «Grandes Mandalas» dónde explayar sus consideraciones a favor y en contra, pero lo cierto es que si por algo deseo promover estos grandes eventos es para acentuar/visibilizar su carácter fundacional, es decir, comenzar desde el primer momento a imprimir el nuevo viraje, ese que nos dirigirá hacia el «FUTURO PROFUNDO». Hay tanto que hacer en todos los ámbitos que se necesitarán, como digo, grandes debates, grandes esfuerzos, grandes multitudes repensándolo todo, mucha creatividad y determinación… para llevar la nave a buen puerto.
“CUM VITA BREVIS SIT NOLITE TEMPUS PERDERE”.
Es evidente que nuestra especie no puede multiplicarse por cero, al menos no voluntariamente, porque lo más destacable de nuestra condición es que somos el resultado elaboradísimo de la larga evolución del cosmos, somos una diminuta porción de universo que puede pensar sobre sí mismo, y esto no se puede tirar por la borda a las primeras de cambio, en cualquier colapso medioambiental de algún insignificante planeta perdido; la vida inteligente no nos pertenece a nosotros, sino al contrario, somos conciencia pegada a un cuerpo. El «HUMANISMO GAIANO» que predico insiste en la necesidad de buscar dentro de nosotros ese ser SUPERSAPIENS que sabrá encontrar el justo equilibrio, la homeostasis que se requiere para lograr la mejor relación posible entre nosotros mismos, los miembros de nuestra especie, y el resto de la biodiversidad de nuestro increíble planeta (la milagrosa «canica azul» que flota en el espacio, que tanto amaba nuestro admirado Carl Sagan). Así que no podemos desmaterializarnos como seres físicos, biológicos, realmente existentes; pero sí podemos intentar «desmaterializar nuestra economía y nuestro hábitat antropogénico», haciendo que todo lo que construyamos y consumamos no se pierda, no lo pulverice la entropía, se reintroduzca una y otra vez en el sistema…, lo que se ha dado en llamar «ECONOMÍA CIRCULAR». Ya sabemos que es imposible alcanzar este objetivo, de hecho, deberíamos llamarlo ¿ECONOMÍA ESPIRAL?, pero podemos afinar y acercarnos bastante; podemos modificar muchas conductas, muchos hábitos, muchas técnicas obsoletas, muchos sistemas, en pos de objetivos como el de «CONTAMINACIÓN CERO» (un concepto que aún está por definirse e implementar) y la «ECONOMÍA DEL ESTADO ESTACIONARIO» del que hablaba Herman Daly.
Podemos compactarnos, «autoconfinarnos» voluntariamente en áreas concretas del planeta y a cambio liberar una buena parte del espacio de la superficie terrestre para la proliferación de la naturaleza. Eso significa urbanizarnos por encima del 90 % —y más— a escala planetaria, liberar el medio rural en gran medida, remodelar y ampliar por consiguiente las áreas cosmopolitanas que propongo para que sean realmente sanas, agradables, espaciosas, y colmen todas las expectativas vitales de nuestra especie, como digo, «supersapiens». Al mismo tiempo, podemos crear grandes santuarios naturales marinos y terrestres donde las actividades del ser humano, el humán supersapiens, estén restringidas, controladas o vedadas. Podemos buscar soluciones de todo tipo para dejar de contaminar, degradar, malgastar, agotar, extinguir… piezas valiosas del puzle de la vida y de la materia que nuestro planeta —Gaia— nos brinda con suma generosidad. Hay muchas alternativas que explorar, mucha imaginación y creatividad que desarrollar; estamos a tiempo, esto no es más que el comienzo. ¡«Insubordinación fundante», queridos-as-es!
GRAN RECONSTRUCCIÓN MEDIOAMBIENTAL. Creo que si logramos dejar de extraer materia no renovable del interior de la tierra con fines energéticos, como los hidrocarburos, para después quemarlos, ya estaremos dando un gran paso en pos de la reconstrucción medioambiental. Creo que, si aprendemos a reciclar, reutilizar, reducir, revaluar, reconceptualizar, reestructurar, relocalizar, redistribuir (como nos dice Serge Latouche –las 8R esenciales del Drecrecimiento–) a escala planetaria y de manera sistémica, industrial, institucional, cultural… ya estaremos dando un gran paso en pos de la reconstrucción medioambiental. Creo que si de repente decidimos decir NO a muchos de nuestros hábitos, impulsos, dinámicas, convenciones…, como poblar todos los territorios, llegar hasta el último rincón para hacernos el selfi, montar nuestro nidito de amor, u hotelito, o nave industrial en un paraje natural singular; jorobar la intimidad del apareamiento del petirrojo...; afearlo todo, joderlo todo, llenarlo todo de mierda, de herrumbre, de cables, postes, cloacas, basureros, microplásticos, BASURALEZA en general…, ya estaríamos dando un gran paso en pos de la reconstrucción medioambiental. Si a todo eso nos da por invertir la tendencia, devolver terrenos a la naturaleza, reforestar con conciencia, aprender de Costa Rica y muchas otras iniciativas, imitar a Sebastião Salgado, o a Marino Morikawa y muchos otros ecohéroes, purificar aguas, remediar, monitorizar, reconstruir paisajes, recuperar especies —flora y fauna—, humedales…, elevando esta tendencia a política de estado, estado planetario… a gran escala, ya estaríamos dando un gran paso en pos de la reconstrucción medioambiental. Porque el objetivo final es llenar los mares de vida palpitante de nuevo, como si la especie humana no hubiera existido jamás, y hacer lo mismo en la tierra (bosques, selvas, praderas…).
Tenemos el resto del tiempo desde hoy para que se note que algo nuevo y benéfico se ha desatado en el mundo; algo imparable, arrollador, que invertirá la tendencia para que el ANTROPOCENO se convierta en la edad geológica culminante de la vida en la Tierra. Y mientras tanto, donde no llegue la reconstrucción, que llegue la remediación, la BIOCOMPENSACIÓN. Donde no llegue la digitalización, que llegue la ERGONOMÍA, es decir: el máximo ahorro en gasto, materia, tiempo, espacio, energía… a la vez que se consigue el mejor desempeño posible en aras de la calidad de vida del ser humano, en relación a un equilibrio entre las inevitables necesidades humanas y la capacidad de carga de la naturaleza. Algo que se traducirá en una reducción importante de nuestra huella ecológica, mientras se consiguen mejoras significativas en los entornos que frecuentan las personas, en los diferentes aspectos de la vida: en el trabajo, el transporte, la alimentación, la vivienda y el vestido, en las técnicas industriales, los modelos de organización, los hábitos socioculturales… Una «macrociencia» en toda regla, cuyo potencial aún no se ha conceptualizado en su verdadera dimensión.
GRAN EMANCIPACIÓN. Este tema es uno de mis favoritos, de los más persistentes en mi imaginación, porque se trata de la intención principal y fin último (telos) por el que ha de merecer la pena todo el esfuerzo creativo que propongo, que necesitaremos movilizar a la escala requerida, es decir, la planetaria. La cuestión que deseo traer a la palestra para someter a debate es aparentemente sencilla: cómo «EMANCIPAR A NUESTRA ESPECIE», signifique esto lo que signifique; no estoy hablando de emancipar una parte de la sociedad, un colectivo, una clase social, o una región, un país, un continente, no, estoy hablando de nuestra especie y de todo lo que eso pueda acarrear. Es más, primero habrá que descifrar su significado mismo, qué es emancipar, en qué consiste, cómo, por qué, para qué, para quién, dónde, cuándo, cuánto...
Claro, esto comienza cuando brota en el corazón, en nuestra mente, un profundo «impulso de absoluta hermandad» (Steiner); que pervive, que persiste, que no te abandona jamás, que te desborda, que se retroalimenta cada día con la sopa memética audiovisual que entra en nuestros hogares a través de nuestras pantallas, o por medio de nuestras lecturas, de nuestra realidad cotidiana, nuestra experiencia directa objetiva y nuestra toma de conciencia sobre tantos problemas. Sin duda este debate, coloquio, diálogo, debe ser uno de los que nos acompañe todo el tiempo, uno de los más importantes asuntos que deseo tratar en los «Grandes Mandalas». Máxime cuando el alcance de nuestras averiguaciones, y la puesta en práctica subsiguiente, concierne al conjunto de la especie. Esta es la gracia del reto, pensar como miembros de la misma especie que somos en qué es lo mejor para nuestra especie, no para una fracción de la misma. Por tanto, el tema es enorme, ingente, esférico, multitarea, cuántico si me apuro. Por tanto, insoslayable, inexcusable..., debemos afrontar este debate y elevar a otro nivel el conjunto de averiguaciones que obtengamos, pues como insinúo se trata de elevar a nuestra especie a otro nivel de vida y de entendimiento, como digo, a escala general y planetaria.
Cuando pienso, por ejemplo, en la emancipación del trabajo, o al menos del trabajo asqueroso, que tantos millones de personas desempeñan; que tal vez ni siquiera saben que es asqueroso, inhumano, deplorable. Estoy confiriendo a esta decisión una enorme carga ideológica, un alto grado de «ficción» (Harari), que distaría mucho de lo que otros podrían pensar al respecto, máxime si le añadimos a la ecuación las infinitas realidades que se viven hoy en día, en tantos lugares distintos del mundo, realidades sociales, laborales, económicas, culturales… Pero no solo eso, habría que depurar, delimitar, definir, fijar, qué se entiende por eso, emanciparse del trabajo asqueroso, no únicamente en el plano individual sino en el general, global, planetario; es decir, que dentro de equis tiempo no exista sobre la faz de la Tierra ninguna ocupación, ningún trabajo, remunerado o no, de esta naturaleza, que ningún miembro de mi especie lo realice, porque las condiciones de avance de nuestro mundo antrópico lo tenga resuelto para siempre. Trabajos repetitivos, trabajos físicos agotadores, insoportables, degradantes, indignos… que resolveremos por defecto, bien porque se encuentren soluciones tecnológicas, robóticas, que puedan sustituir a las personas que hoy los realizan, bien porque los adaptemos ergonómicamente a los trabajadores o porque le añadamos exoesqueletos y otras medidas suplementarias para abordarlos, o porque este tipo de trabajos no tengan lugar, se extingan, las realidades que inventemos descarten desde su concepción esta posibilidad. Pongamos por ejemplo (no demasiado lesivo) el oficio de limpiador de cristales en las paredes exteriores de los rascacielos... A primera vista, es un trabajo digno, honorable, remunerado supuestamente, agradable y llevadero, por el que suspirarían millones de desempleados de cualquier parte del mundo. Pues bien, me gustaría abolirlo de la faz de la Tierra, nunca debió haberse inventado, nunca ningún edificio debió construirse sin haber solucionado el problema de la limpieza de sus enormes cristaleras. Así que, a lo hecho pecho, estos edificios existen y necesitan estar limpios, la idea ahora sería inventar un método de autolimpiado bien vía robótica, vía nanotecnológica, vía nuevos materiales o lo que sea, que en poco tiempo elimine esta profesión de la faz de la Tierra. Podría continuar, abordando profesión por profesión, trabajo por trabajo, tarea por tarea, hasta poner en riesgo el sistema de pensiones de cualquier país por el alza de los índices de paro que provocaría. Así que no solamente es que hay que liberar a la Humanidad —ficción «Humanidad»— del trabajo mierdoso, sino que hay que pensar al mismo tiempo en el tipo de vida que tendría sin él (un mundo sin trabajo). Asuntos todos ellos que propiciarán largos y acalorados debates en el «Babylon Festival», eso espero.
Esto de la «Gran Emancipación» es un tema, como digo, enorme, capital, arborescente, cuántico, esférico, extensible en todas direcciones. Nos invita a abordarlo con muchos enfoques, uno de ellos podría ser por ejemplo el concerniente a la infancia, a la mujer, a la vejez… Hay que poner las bases de una maldita vez para que las mujeres (así como los hombres) puedan avanzar por la vida con seguridad, con confianza, con garantía, con independencia, en cualquier rincón de este planeta, sin que corran el riesgo de ser violadas, asesinadas, atracadas, secuestradas, «desclitorizadas», prostituidas, discriminadas, ninguneadas, explotadas… Esto entonces va más allá de la lucha feminista, es un asunto humanista transversal y planetario que concierne a la pacificación del mundo, a la gran igualación, a la mejora estructural y general de la economía en todos los rincones del planeta, que concierne a la educación, la cultura y las costumbres, a los valores, las tradiciones, las religiones, las ficciones… Lo mismo podríamos decir de la infancia (a mi juicio, los niños son templos sagrados, no pienso discutirlo ni matizarlo siquiera), que hay que proteger, educar, amar y garantizar que sea la etapa más feliz y lúdica de nuestras vidas, en todos los rincones de la Noosfera; y así con la «tercera edad», y con todo lo concerniente al mundo masculino, y a los asuntos de género, etc.
No puedo extenderme más en este capítulo, un tema, ya digo, inabarcable, transversal y planetario que trataré en otros escritos... [No, lo siento, no me vale que me digan —por poner un ejemplo no demasiado desgarrador, hay millones peores que este— que, en tal país, que no quiero mencionar, la norma social dicte que a las mujeres hay que atiborrarlas de leche y tenerlas en casa sin salir, para que engorden y sean pálidas, para que puedan encontrar un buen marido, porque así lo dictan los cánones de belleza y la tradición, y que eso no me concierne a mí como español; eso ya lo veremos]. Entonces, el debate cultural que auguro en los «Grandes Mandalas» del mundo, empezando por el de mi pueblo (Benamaurel), promete grandes novedades y desafíos, acaloradas discusiones — vamos a estar muy entretenidos—. Y sí, esto es una cuestión de masas críticas, así venimos avanzando desde la noche de los tiempos; si nunca hubiéramos revisado y cuestionado la realidad que nos rodea, nunca habríamos salido de la edad de piedra, y esta vez, como lo que nos rodea adquiere una dimensión planetaria porque nos concierne, porque la palpamos con nuestros viajes, nuestros encuentros con personas de todo el mundo, y nuestras pantallas («TELÉPOLIS», según el filósofo Javier Echeverría), pues que nadie espere que miremos para otro lado, que seamos tan insensibles e inconscientes que dejemos correr las cosas como si nada; y que si prometemos un desarrollo económico, energético, social, integral en el conjunto del planeta, la creación de una gran clase media global, no exijamos a cambio gestos de buena voluntad, cambios progresivos culturales y sociales, a la escala de las expectativas y del debate planteados.
Todo se irá acometiendo al mismo tiempo, lo económico, lo energético, lo medioambiental, lo social, lo cultural… con máxima sensibilidad y elasticidad por supuesto («ergosnosis, ergostesia», dos neologismos inventados para tal fin), sin producir desgarros emocionales, culturales, generacionales…, pero sin desfallecer, sin sucumbir al desaliento; sin prisa, pero sin pausa. Quiero decir, pensándolo todo mucho, hilando muy fino. Una tarea titánica, en la que se involucrarán muchos millones de personas para tirar del carro, llevar nuestra especie y los grandes proyectos que perfilaremos a buen puerto, rumbo hacia el «futuro profundo». Así que repetiré una vez más la profunda verdad que se oculta detrás de todo esto: «NO HAY VERDAD, NO HAY RAZÓN, SOLO HAY SEGUIDORES DE UNA IDEA», pero al menos intentemos que esta sea lo más consciente, cualificada, sensible y benefactora posible, para que la gran mayoría que componemos nuestra especie la procese, interiorice y secunde. Por otra parte, ya hay mucho reflexionado y avanzado, empecemos por ahí: los Objetivos del milenio, la Agenda 2030, los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), el debate globalismo vs soberanismo, (neo)liberalismo vs (neo)marxismo, y las muchas iniciativas sociales, culturales, no gubernamentales, que poco a poco están apareciendo por doquier…, y nunca apartemos de vista los Derechos Humanos —ficción «Derechos Humanos»—. Esto solo es el comienzo, nada de esto se puede implementar ni llevar a debate a la escala requerida, mientras que cientos de millones de personas apenas alcanzan para subsistir un día más con lo mínimo; de ahí que sea preciso avanzar y acelerar los cambios, con la ayuda de realidades materiales tangibles operando sobre el terreno, es decir: grandes centros de sinergia «cosmopolitanos» desplegados por todo el planeta.
¿Quién decide todo esto? Nosotros, los miembros de nuestra especie (venidos de todas partes, no solo los de los países occidentales «primermundistas»). No es necesario que todos estemos de acuerdo en todo antes de empezar, basta con crear la suficiente masa crítica en el planeta, con la suficiente tendencia, sensibilidad, solvencia, voluntad e información como para iniciar la enorme transformación, que debemos emprender si no queremos dejarnos arrastrar por las dinámicas que hoy por hoy no nos aportan más que precariado, desigualdad abisal, emigración, refugiados, infortunio, crispación, pesimismo, ecocidio, colapso. Por este motivo no quiero dejar de mencionar la utilidad e importancia que deseo conferirle a la «CARTA MAGNA ICÓNICA», pues está pensada para aglutinar de manera visual e intuitiva esta amalgama de temas y preocupaciones.
100 valores y principios éticos humanos.
100 objetivos emancipadores humanos.
100...
DESTINO MANIFIESTO HISPÁNICO (POR EXTENSIÓN LATINO/IBEROAMERICANO). Lo primero que deseo enfatizar es lo importante que es pertenecer a una comunidad compuesta por cerca de 600 millones de personas que comparten la misma lengua internacional, el español/castellano. Todavía ignoramos la suerte que tenemos y el enorme potencial estratégico que posee nuestra koiné hispánica; primeramente, para facilitar la comunicación de tantos países hispanohablantes, con la consiguiente repercusión apreciable en todos los órdenes de la vida, en la cultura, en la sociedad, en la política y por supuesto en la economía. Necesitamos explotar esta ventaja, y amplificarla. Pero hay que ir mucho más lejos, debemos convertir este idioma en una lengua franca planetaria —si acaso no lo comienza a ser ya—; un instrumento útil, rico, lleno de matices, conceptista y culterano a la vez; que creció adaptándose a todos los contextos a medida que se extendía por el mundo y se topaba con toda suerte de pueblos, culturas, situaciones y necesidades. Este idioma (perfecto para la literatura, la ciencia, la filosofía, la espiritualidad), de hecho, puede ayudar a consumar la globalización y a proyectar la Humanidad —«ficción Humanidad»— hacia el espacio exterior.
«No importa que no me entendáis. Que yo estoy hablando en mi lengua española,
que es tan bella y noble que debería ser conocida por toda la Cristiandad».
Emperador Carlos V (I) dirigiéndose al Papa de Roma.
[Yo añadiré que debería ser conocida por todo el mundo].
Aparte de eso, muchas veces me he preguntado por el papel a desempeñar en el mundo de la comunidad hispánica —«ficción desempeñar un rol en el mundo»—; los estadounidenses no tienen el monopolio de los destinos manifiestos, y el de la Hispanidad, a mi juicio, no es otro que el que se desprende de las palabras del gran filósofo español Gustavo Bueno, el de «PARTICIPAR EN UNA ACCIÓN REALMENTE UNIVERSAL»; y qué más universal que esta aventura que estoy compartiendo con todos vosotros-as-es. Cuando imaginé un mundo organizado por medio de Cosmópolis, para acelerar la globalización y la mejora de las condiciones de vida de nuestra especie en general, en todos los países y regiones... Después de pensar en un asentamiento urbano de estas características para el mismo lugar en que soñé todo esto, inmediatamente después pensé en las tres capitales americanas; y el impulso que estas cuatro cosmópolis juntas le darían a esta obra en el resto del mundo. En tal caso, espero que la comunidad hispanoamericana (por extensión latino/iberoamericana) se involucre plenamente en esta aventura, porque tal vez sea cierto que está en nuestra naturaleza interesarnos por acciones realmente universales; porque, como digo, no podemos concebir el bien para una parte de la Humanidad y no para el todo —«ficción hacer el bien, ficción Humanidad, ficción el todo»—.
«Tan cierto es que los españoles aspiran al dominio mundial, como que solo su escaso número se lo impide». Cardenal Richelieu
Nuestra misión trascendente, por consiguiente, es HACERNOS CARGO DEL PLANETA (no solamente de la latino/ibero/hispanosfera), cuidar de Gaia, de la biodiversidad y de nuestra especie [tengo incluso una encomienda muy concreta para nosotros, en materia de política espacial; creo que nuestra koiné, nuestra civilización, comunidad, debe enfocar la expansión de la Humanidad — ficción «Humanidad»— hacia el espacio, como si fuera una acción imperial generadora —no depredadora—, que en última instancia asegure el asentamiento firme, estable, definitivo de nuestra especie en los planetas habitables, proclives, adecuados, que consigamos encontrar ahí fuera…, un tema que espero tratar en otros escritos]; mirar por los intereses generales de la especie, tratar de asegurarnos de que prospera y perdura; ayudar, mediar, facilitar el entendimiento, trasladar este convencimiento a todos los demás pueblos de la Tierra... Este impulso tiene muchas implicaciones, puede que nos conduzca incluso a la creación de auténticas ciencias (yo las llamo «macrociencias» por su envergadura) que se dediquen al ensamblado, a la fusión de las distintas especializaciones y disciplinas en que está segmentada la comprensión del mundo y de la vida actualmente. Tal vez otros fueron mejores en el fisionado y secuenciación —o tal vez sea un mito—, en la fragmentación de la realidad… y nosotros seamos más aptos para el fusionado y la aplicación holística, multicapa, esférica de estos nuevos conocimientos en el intento de propiciar soluciones, planes y programas de carácter global. Necesitaremos grandes herramientas conceptuales para realizar transformaciones generales de territorios enteros, sin dejar cabos sueltos, sin desatender aspectos, matices, que por insignificantes o secundarios que parezcan luego puedan acarrear serias complicaciones. De momento he pensado en cinco macrociencias («Evolútica, Resolútica, Ergonomía, Burótica y Mayéutica») y un campo de investigación para las técnicas que llamo «Ergosnosis/Ergostesia»; mi diletancia y dispersión no me da para mucho más que el nombramiento y la sinopsis del campo ontológico/gnoseológico del que se ocuparían, algunas nociones generales sobre sus propósitos o fines últimos; algo de lo que espero hablar cuando llegue el momento por si sirven de inspiración para alguien. Quizás nuestra principal virtud, nuestra fortaleza, nuestra especialidad hispana (por extensión latina, ibérica) sea la de relacionar, conectar, humanizar, ungir de nácar la realidad y la convivencia para que la existencia sea bastante soportable y de paso mi gran sueño planetario se convierta en realidad. En cualquier caso, ya digo, estas ideas que manejo son ocurrencias, suposiciones, elucubraciones, ficciones de artista, ¡qué sé yo de «ná»!
***
Dejo muchísimos temas en el tintero a propósito, para crear el suspense que requiero, y porque todo no se puede embolicar en un capítulo, en el que apenas pretendía hablar de una de mis banderas. Si queréis conocer el resto de la historia, y la trayectoria artística del sujeto que os habla, tendréis que seguirme de cerca [en mis perfiles de Tisho Babilonia en Facebook, X, Instagram], y si además ayudáis a mi sostenimiento [Empresa y Tienda Online a través de mi sitio web], pues miel sobre hojuelas. Gracias por llegar leyendo hasta aquí. Y ahora un poco de emoción...
Continuará...
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