Yo que nací en un pueblo perdido en medio de un secano, que conocí todas las tareas agropecuarias habidas y por haber, conocí la subsistencia y la precariedad en profundidad, la angustia que te produce el no tener ná, ni siquiera el lujo del acceso a la cultura, la información, y el conocimiento cosmopolita que te proporciona el contacto directo con el diferente, con la multitud, con los centros de estudios, los escenarios y los museos…
Siempre experimenté un inmenso impulso por largarme, lo contrario a lo que se expresa en este post –sobre irse a vivir al campo–; y siempre tuve la certitud de que la vida, el conocimiento, y todo lo bueno estaba más allá, en otra parte. Así que puedo entender al urbanita que sólo conoció el jaleo monótono de su ciudad, y por contraste desarrolló la atracción por lo que no tenía, desarrolló el impulso contrario al mío, una exótica-idealizada atracción por lo rural, por lo no experimentado.
Supongo que la autora de este artículo está postulando por la idea de insertarse en el campo, en la aldea ancestral donde “Amanece, que no es poco”, o en “Macondo”, teniendo al alcance una fuente regular de ingresos, tranquilizadora, estándar, y un cajero automático en alguna esquina, un coche aparcado en la puerta, un centro comercial bien pertrechado casi como por generación espontánea –al final de una breve carretera asfaltada–, además de internet, una parabólica, electrodomésticos imprescindibles, luz y agua corriente, muchos contactos en las redes sociales –facebook, whatsapp, instagram, twitter…–, y por supuesto, la posibilidad de retrotraerse, poder volver siempre a la “civilización” –la gran ciudad–, sin tener que empezar de cero.
En cuanto tuve ocasión, viví en ciudades medianas españolas y extranjeras, y en grandes urbes como París, Londres, Río de Janeiro… no fue un proceso fácil de asimilar para un pueblerino agropop. Y cuando maté el gusanillo inicial, no hice más que desarrollar un virus peor: quiero vivir en otras ciudades europeas, en megaciudades asiáticas, americanas y africanas. Sigo persiguiendo la zanahoria por el mundo con ilusión, aunque sé que mi Ítaca particular seguirá estando en el punto del que partí.
A modo de introducción somera y espontánea –que desarrollaré en futuros artículos–, predico la urbanización de toda la humanidad, la gran mayoría (en la actualidad es del 50%), predico la concentración demográfica en grandes ciudades y conurbaciones –la COMPACTACIÓN–, la remodelación total y panorámica de las ciudades actuales del mundo –eso incluye, por supuesto, los grandes cinturones de precariedad que las envuelven, el fenómeno conocido como: favelas, villas miseria, slums, bidonvilles…–, predico también la fundación de nuevas áreas estratégicas de asentamiento urbano; y predico, por tanto, la urbanización masiva de los africanos, hindúes y otros pueblos de la tierra –que aún permanecen en una fase pre-urbana muy desfavorable, “demasiado” rural– en ciudades fantásticas que aún no se han inventado. En la segunda mitad del siglo XXI los africanos serán más de 2.500 millones de personas –lo cual es abrumador y pondrá muy nerviosos a los europeos que ya comienzan a temer una gran migración–. Estas nuevas ciudades se cimentarán sobre principios ecosociales sin precedentes en la historia, serán más hermosas y avanzadas que las conocidas por la Civilización Occidental actual (por ejemplo), y por supuesto, bastante alejadas de las monstruosidades que se están construyendo en China, en el Golfo Pérsico… de prisa y corriendo, con el chip urbanístico anacrónico propio del siglo XX.
Predico que, desde ahora, empecemos a pensar en una nueva fase del urbanismo bajo la premisa de CONTAMINACIÓN CERO en toda la amplitud de los procesos. Primero resolver el asunto fundamental de la ENERGÍA para siempre –el problema más preocupante de todos, la piedra angular que posibilitará todo lo demás–; predico que la producción energética total proceda de la FUsión, el HIdrógeno, y las REnovables, lo que denomino FUHIRE (su acrónimo). Mientras resolvemos el problema de la tracción de todos nuestros vehículos, maquinarias e industrias basados en fuhire, debemos pensar en cómo extraer de la Tierra lo justo, en especial los materiales más abundantes; para desarrollar técnicas constructivas “inocuas”, edificaciones duraderas, resistentes –antisísmicas, antiincendios, anticatástrofes climáticas, antiatentados…–, espaciosas, pero reciclables y desmontables 100%, además de bioclimáticas, de bajo consumo energético, y cero residuos; de forma circular. Si aún no tenemos la tecnología, inventémosla. La FUSIÓN NUCLEAR es desde cualquier punto de vista, el medio técnico que posibilitará la realización de tales proyectos de futuro, porque imprimirá la potencia y la velocidad de transformación radical, a gran escala, que se requiere. Si no conseguimos desarrollarla con la dimensión y efectividad que se presume, muy probablemente gran parte de la humanidad estará perdida.
Predico una distribución demográfica concentrada en los centros de estas megalópolis, algo así como la famosa Curva de Gauss, como una gran panza, de manera que la gran mayoría de las personas habite en la zona central de estas ciudades (se necesitarán edificios anchos y altos), y al mismo tiempo, que las periferias sean comedidas, menguantes, con un alto nivel de densidad organizada. Las edificaciones de estos grandes centros serán anchas y altas para ofrecer espacio de habitación, espacio de relación y espacio de naturaleza –mucho parque, jardín y huerto, tanto en el exterior de los edificios como en el interior en diferentes alturas–. La mayor parte de los ciudadanos, vivirá, trabajará o no –pocas horas al día–, consumirá –de forma frugal y ecológica, sin obsolescencia programada–, se relacionará –habrá mucho ocio–, se educará y culturizará, y tendrá centros de salud y deportes… en la misma zona en la que habita. Es decir, no utilizará apenas vehículos, ni perderá demasiado tiempo en desplazamientos rutinarios, pues mayormente se desplazará a pie de forma vertical –ascensores, escaleras–, y horizontal –metros aéreos chulísimos y eficientes, y otros vehículos de superficie como tranvías silenciosos, bicicletas, segweys, patinetes...–. Las barreras arquitectónicas serán inexistentes por definición, por concepto; cualquier persona en silla de ruedas, invidente, o cualquier dificultad motriz, podrá desplazarse a lo ancho y alto de toda la ciudad sin complicaciones mencionables. Los coches, camiones, trenes de mercancías y demás vehículos pesados –que circularán en un nivel distinto, separado de los peatones, como siempre debió ser– serán relativamente pocos, utilizados de forma óptima, duraderos, funcionales y estéticos, y se estacionarán en parkings subterráneos bajo estos edificios mayúsculos centrales –que llamo DOMOS–. Existirá un scalextric sutil de carreteras y vías férreas, de bajo impacto visual, semi-subterráneo, que unirá la red de domos centrales con la periferia, y con las arterias interurbanas que unirán estas grandes aglomeraciones con su entorno regional y el resto de urbes continentales; siempre de forma ergonómica, en esto insistiré hasta la saciedad. Será importante delegar en los transportes aéreos (aviones, drones…) y marítimos –propulsados por hidrógeno mayormente– para no dejar demasiada huella en el territorio; sin tanta profusión de carreteras como ahora, que está todo asfaltado hasta el pico Veleta en Sierra Nevada.
Desde el epicentro de estas ciudades, existirá una serie de anillos concéntricos hacia el exterior, como las ondas que se describen en un estanque; de modo que cuanto más cercanos al centro, más agricultura, industria y comercio de proximidad, y cuanto más lejanos más espacios de naturaleza “antropogénica”. Los parajes cercanos a las megalópolis los convertiremos en vergeles y reservas de naturaleza “controlada”, llenas de diversidad vegetal y animal, como biocompensación por nuestra presencia. Muy pocas, pero cualificadas arterias de comunicación, transporte y abastecimiento (las justas, bajo criterios ergonómicos –llámesele decrecentistas–) conectarán estas urbes con las demás, y con los puertos y aeropuertos imprescindibles, para satisfacer las demandas de movilidad de una población tan curiosa y trashumante como yo.
Agua
Es evidente que se necesitará mucha agua para tanta concentración humana y tanto verdor forestal y agrícola –algo que contribuirá a detener el calentamiento global, fijando el carbono de la atmósfera en las nuevas plantaciones y bosques–. La mayor parte del agua a consumir, será la que no consumiremos. Es decir, seremos óptimos en su utilización y ahorro, en su distribución, en su almacenado y aprovechamiento, su purificación y recirculación; y la que no aporten las lluvias estacionales la obtendremos de la desalación masiva del mar, gracias a grandes plantas energéticas tractoras de FUSIÓN, y a redes de acueductos de bajo impacto paisajístico –en muchos casos riveras artificiales antropogénicas– que crearemos.
Agricultura
Por tanto, la agricultura, que convertiremos en AGROECOLOGÍA, se desarrollará desde el epicentro de estas extensiones cosmopolitanas hacia fuera; la producción más próxima será la más perecedera (frutas y verduras), y la más alejada será del tipo extensivo y cerealista. Tendremos mucho sol, estoy hablando de latitudes, áreas de la Tierra que ahora están yermas, que no poseen una frondosidad mínima para las especies animales ni vegetales silvestres, ni para el humán que las habita en la actualidad. “Siento” mucho deciros que NO, no seremos neo-agros, neo-rurales autárquicos, ni practicaremos el neo-trueque, ni viviremos todos en ecoaldeas, no a la escala de la que hablo. Ya lo viví, sabiendo lo que sabéis, no os gustaría, aborrezco ese tipo de vida sufrida, francamente no es recomendable ni deseable para nadie, ni mucho menos para la importante mayoría del planeta que aún vive de este modo. Sin embargo, las ciudades que estoy planteando no dejan de ser mega-ecoaldeas, y yendo más lejos en el todo del razonamiento, un remedo de la idea de Marshall McLuhan, que podríamos llamar: ECOALDEA GLOBAL.
Ecoaldea Global.
Óleo sobre tela, 70 x 70 cm. (2016). Tisho Babilonia
Dentro de mi fantasía, la mayor parte de las personas vivirá “concentrada” en megaciudades, como he dicho; muy pocos, se dedicarán a producir y proveernos del grueso de todo lo que necesitamos, en cantidades industriales, de forma diversificada e incluso personalizada. Pero no serán especialmente ricos, ni poderosos, ni influyentes, no tendrán lobbies, ni monopolios, ni monocultivos, no serán ni propietarios seguramente. La SOCIEDAD CIVIL lo tendrá todo bien amarrado y diversificado. La innovación y la competitividad, tan necesarios para todo “progreso”, también tendrán reservadas su horquilla de actuación, su margen dónde evolucionar bajo un tamiz ecosocial. NO… no renunciaremos a las modernas técnicas de producción masiva, ¡vivan los tractores, las cosechadoras, los robots, el fordismo y el toyotismo, incluso las impresoras 3D!; lo produciremos todo con criterios ecológicos sanos, pero sin renunciar a la tecnología. ¡Que trabaje Ritaaaaa, o las máquinas en este caso! Lo que sí pido encarecidamente a los cerebritos del mundo, es que se empeñen en tecnificar, robotizar, automatizar, e informatizar todo lo que aún no hemos cubierto, en todos los campos de la producción agrícola e industrial, así como en la esfera comercial, distribuidora, gestora, y el amplio mundo de los servicios... NO, lo siento, no conoceréis como yo, lo que son 8 o 10 o 12 horas con la raspa doblá cortando lechugas, ni pepinos, ni fresas, ni ná –para solaz de los veganos–. Sin embargo, no nos privaremos del gusto de fabricarnos y personalizar muchas de nuestras cositas (arte, artesanía, autoproducción, impresión 3D…), ni de plantar nuestros tomatitos, ni de darnos una vuelta por los campos y los villorrios que mantendremos ex profeso para que la gente se eduque y sane en contacto con la naturaleza (biofilia), y los creativos estimulen la inspiración, en una especie de simulacro de autenticidad nostálgica. Nunca nada fue “auténtico”, o sí, sólo fue producto de la necesidad más espartana y prosaica, incluso las ciudades colmena que propongo. Un poco más allá estará la foresta y la fauna salvaje, que ahora dispondrá de un amplio espacio liberado y supervisado por el humán. No perderemos contacto con la naturaleza, al contrario, los humanes disfrutaremos de ella, mediante la documentación audiovisual, la realidad virtual, el monitoreo de las especies animales, la ingente tarea de la conservación medioambiental, la reconstrucción paisajística, y un tipo de turismo/safari/escuela de bajo impacto, con vehículos y módulos de habitación portátil, que se adentrarán en las selvas y bosques sin apenas injerencia con la flora y la fauna. Incluso en Europa recrearíamos bosques y selvas, ¡puestos a soñar! Por supuesto cero residuos, cero huella, máxima desmaterialización.
Carne
¡Oh my God! ¡Trémulo asunto! Somos omnívoros, gracias a ello hemos alcanzado la masa encefálica y la estructura corporal actual. ¿Qué pensar pues? Presiento que aumentará progresivamente el vegetarianismo –en su amplia diversidad de grados–, y la sensibilidad hacia los animales de todo tipo. Por supuesto buscaremos el modo de reformar la miserable industria intensiva ganadera actual, y seremos muy puntillosos con la crianza, el trato, la alimentación y el sacrificio de los animales para la carne. Comenzaremos a distanciarnos de la extracción masiva de peces, que está desnudando los océanos, mares, lagos y ríos –extinguiendo la preciosa vida acuática–. La biomasa que consumirá la vorágine formada por los más de 10.000 millones de bocas humanas en la segunda mitad del siglo XXI, tendrá que experimentar un giro radical. De momento: más frugalidad alimentaria, menos sobrealimentación, menos obesidad, menos desperdicios. Y respecto a las proteínas, hace tiempo que estoy acariciando la idea de la producción cárnica artificial –ir más allá del tofu–, un desplazamiento progresivo hacia nuevas y revolucionarias fuentes de alimentación. En Holanda existe una empresa pionera que ha comenzado a producir carne in vitro procedente de células madre, en Estados Unidos se está investigando con la generación molecular de proteínas… quién sabe si algún día nos veremos comiendo carne sintética –de res, cerdo, pollo, conejo, salmón, bacalao, gamba… sin necesidad de asesinar al espécimen donante– tan ricamente, con su sabor y textura “original”, sus oligoelementos, grasas buenas, vitaminas y minerales, pero sin lo malo de las carnes naturales. Me parece una salida plausible a nuestro conflicto ético y ecológico –los mares y la tierra se llenarán de vida de nuevo–. Pensemos sobre esto. “Acepto pulpo como animal de compañía”.
Superpoblación
Resulta previsible y deseable, el mundo no puede tardar muchas décadas en tocar techo demográficamente, no debe. Si urbanizamos a la gran mayoría de la población mundial, si la sacamos de la espiral de la subsistencia y la incultura, del patriarcado rural, del miedo existencial a la escasez y la indefensión… vectores todos ellos, que propician la formación de familias numerosas; nos haremos todos un favor. Otra cuestión bien distinta será el envejecimiento de la población, las grandes migraciones, y el número de habitantes ideal que desearemos para el planeta en el futuro. Recomiendo en cualquier caso lanzarnos a la colonización del espacio, por si todo falla, para multiplicar las posibilidades de supervivencia de la especie, atender nuestro espíritu medroso y aventurero, y saciar la pura curiosidad.
Minería
Será más importante la minería que no desarrollaremos, los recursos mineros que no extraeremos de las entrañas de Gaia, que lo que usaremos. Decrecerá la demanda, y/o haremos que decrezca su utilización; aplicaremos la regla de las 8R de Serge Latouche. Menos hierro, menos cobre, estaño, bauxita, platino, silicio, coltán, oro, tierras raras, metales alcalinos –litio, sodio, potasio…–, sales –fosfatos, nitratos…–, piedras preciosas… descartados los hidrocarburos con fines energéticos… Simplificaremos, reciclaremos totalmente, reutilizaremos, ahorraremos, miniaturizaremos, sustituiremos por materiales abundantes sostenibles, reconceptualizaremos, optimizaremos técnicas y procesos,… Seremos escrupulosos y obsesivos, puñeteros. Confeccionaremos inventarios de todas las reservas y recursos disponibles en la Tierra, justamente, para no tener que utilizarlos... Que un estado o una multinacional “posea” un gran yacimiento minero, no significa que podrá meternos por los ojos su producto, creándonos necesidades que no tendremos –acabaremos con el tinglado publicitario y la obsolescencia programada–. No necesitaremos más planetas que el nuestro, para cubrir todas las necesidades; recomiendo que nunca tengamos que traer ningún mineral del espacio exterior, porque se abriría una puerta/brecha peligrosa de consecuencias desconocidas, espirales de dependencia que podrían alterar los equilibrios termodinámicos de nuestro planeta mucho más de lo que están en la actualidad. Lo que está en el espacio que se quede para nuestras necesidades espaciales futuras.
Mantenernos lejos de Thanatia
Tierra y Mar
Lo dicho, disfrutaremos de un Mundo Rebosante de Vida, sin química nociva ni contaminación. Al emanciparnos masivamente del trabajo asqueroso, un gran porcentaje de la humanidad seguramente orientará su talento, su formación, su inquietud creativa, su tiempo, y su amor… hacia el Cuidado de la Casa Común, de Gaia, de Pachamama –una tarea que llamo ERGOSTESIA y/o ERGOSNOSIS–… en su infinidad de nichos y modalidades. Desde la creación de nuevas ciencias interdisciplinares que aborden la comprensión de la vida y sus interacciones en Gaia, de forma total, holística –que llamo MACROCIENCIAS–; hasta todo tipo de cuidados, especializaciones, estudios, monitoreos, técnicas, instrumentos, tratamientos, tareas… Para asegurarnos de que la fauna prospera, los bosques y las selvas fertilizan y se expanden, se diversifican, y el mar bulle lleno de vida.
“Intenten ustedes ver el mundo como lo que seguramente puede considerarse que es, como un lugar hermosísimo que, cual si fuera un jardín, nosotros tenemos la facultad de mejorar y cultivar. Y al hacerlo procuren utilizar la humildad de un jardinero experto; de un jardinero experto y por eso mismo consciente de que muchos de sus intentos fracasarán”.
(Karl Popper)
Industria y Comercio
Lo dicho, Más con Menos. Ergonomía elevada a la enésima potencia. No traeremos nada de la otra punta del planeta, si no está estrictamente justificado –ni mucho menos barcos llenos de patitos de plástico–. Lo que mejor consumiremos será lo que no consumamos. Extenderemos el conocimiento y las tecnologías por todo el planeta colaborativamente (¿quién habló de competitividad, patentes y monopolios?), en especial a través de estas grandes construcciones urbanas que pueden contemplarse como importantes nodos de conexión e intercambio de conocimiento, pero también como motores centrales de sinergia, para la coordinación de estrategias globales. La producción y comercialización de lo que necesitemos, no estará determinada, como ahora en su mayoría, por un modelo obsoleto y camicace basado en la economía lineal neoclásica; cuyo fin es el lucro a toda costa, produciendo y comercializando masivamente por encima de cualquier otra consideración. Cada zona geopolítica dispondrá de lo necesario –tecnología, conocimiento, materiales, energía, agua, infraestructura industrial y de transportes– para crear productos con altas prestaciones y cualidades, cubrir las necesidades fundamentales, y ser recuperados, reintroducidos en el sistema cuando se agoten o deterioren. Crearemos un sistema económico circular, esférico, basado en recursos y en el bien común, que proveerá a todo el mundo, en muchos casos sin necesidad de dinero (Sociedad de coste marginal cero). Me consta que hay ya muchas personas pensando e implementando todo esto. Aminoraremos, haremos decrecer la inercia del trasiego de mercancías y materias primas a escala global, aplicaremos criterios ergonómicos para ello. Aunque energéticamente y materialmente podamos, y todos los procesos acaben siendo inocuos (no contaminantes), NO llenaremos el planeta de cacharros transportando cosas de un lado para otro como imbéciles; del mismo modo que no salimos de la edad de piedra porque se agotaran las piedras. La naturaleza nos lo agradecerá, los pececitos del mar, las cabritas silvestres de las praderas y los gorriones del cielo, Gaia por supuesto, e incluso nuestro karma y bienestar.
Mujer Escriba IV. Nora
Óleo sobre tela, 70 x 70 cm. (2016). Tisho Babilonia
Residuos y Emisiones
Lo dicho, el mejor gasto es el que no se produce, la polución más deseable es la que no se produce. Sustituiremos el sistema de “comprar tirar comprar” por otro más ergonómico y circular, basado en FUHIRE. Haremos un gran favor a Gaia y a la mayor preocupación que la humanidad va a tener desde ya: reducir las emisiones y la contaminación –del suelo, el subsuelo, el agua y el aire–, detener el calentamiento global, la erosión de la tierra fértil, la acidificación del mar… hasta alcanzar el objetivo de CONTAMINACIÓN CERO. La mejor basura es la que no se producirá, el mejor vertido tóxico es el que no se producirá, la mejor cloaca será la que no existirá… incluso abordaremos la contaminación visual y acústica. Cualquier cosa que se extraiga, fabrique, cultive, explote, comercialice, transporte… tendrá su antítesis, es decir, su recuperación, reposición, sustitución, reciclado, compensación, remediación… reintroducción en el sistema circular. Nada, ningún aspecto –técnico, sistémico, químico, físico, mecánico…– por peregrino que sea, se nos escapará, en ningún rincón del planeta. Los polos volverán a congelarse, el permafrost no liberará su metano, gozaremos con la espectacularidad de los glaciares de ambos hemisferios, volverán las nieves perpetuas del Kilimanjaro, Venecia no será devorada por las aguas, Holanda, Bangladesh… respirarán aliviadas, así como la mayoría de las tierras bajas densamente pobladas en la actualidad... Todo esto, más que un deseo, debe apreciarse como una declaración de intenciones.
¡Cerebritos del mundo, a pensar!
Puestos a expresar y describir fantasías heroicas como las del artículo arriba mencionado –que nos invita a regresar al campo–, aquí os he planteado un adelanto de las mías, que sugieren lo contrario completamente. Cualquier cosa relatada, que no concuerde con la realidad, ha sido producto de mi imaginación y de mi patológico optimismo. No olvidéis tampoco, que si comparto estas elucubraciones, es porque no tengo…
"Nada que perder"
¡ULTREIA! OS SALUDO.
Tisho Babilonia.