Viene de “Mi Bandera (Múltiple) 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8”. Consúltense antes de seguir la lectura.
Por último, pero no por eso menos importante, os hablaré de la «BANDERA TRICROMO», uno de mis emblemas más valiosos y que primero codifiqué. La llamo así, para diferenciarla de las banderas tricolores habituales, puesto que en realidad son tres banderas farpadas alargadas juntas con un color distinto cada una. En un primer momento la utilicé en la entrada de mis primeras exposiciones para marcar un umbral simbólico de transición entre el exterior y el interior de la sala de exposición.
Por eso, esta bandera originalmente tuvo los colores primarios (el rojo, el amarillo y el azul); porque pretendía insinuar que cuando se entraba en aquellas exposiciones al espectador le aguardaba un mundo de color, imaginación y fantasía, que desafiaría la razón y las verdades establecidas —ficción «verdad establecida»—. Partiendo con estos tres colores, se puede elaborar una carta de colores secundarios, y por consiguiente un universo de luz y creatividad sin límites; y esta era la idea que pretendía transmitir simbólicamente. Fue, de hecho, uno de los primeros iconos que empecé a manejar, cuando todavía desconocía que estaba elaborando lo que hoy denomino «Carta Magna Icónica»; una colección de 100 iconos reunida a lo largo de los años y que a su debido tiempo trataré de explicar. Esta bandera fue anterior incluso al diseño y conceptualización de mi «Bandera Mundial».
Sin embargo, de un tiempo a esta parte —calculo que unos cinco o seis años—, cambié estos tres colores y el sentido original que les conferí, para adoptar a partir de entonces la simbología del SEMÁFORO (aunque con el rojo abajo, el amarillo en el medio y el verde arriba). Esto tiene que ver con las primeras veces que me percaté de la importancia semiótica del etiquetado de algunos electrodomésticos y otros productos, que empleaban el código del semáforo para indicar el grado de eficiencia energética que tenían o el proceso de fabricación respetuoso con el medioambiente... El espoletazo definitivo vino cuando conocí la obra del austriaco Christian Felber, el autor de «La economía del bien común», una teoría económica a la que le auguro un gran porvenir, que apoyo en buena medida; de la que se desprende, entre muchas otras cosas, la idea del semáforo como código visual fácil de reconocer universalmente para el etiquetado de los productos comerciales y la evaluación de las empresas, instituciones y demás entidades que deseen someterse a los test que Felber propone para evaluar el grado de congruencia con el Bien Común —ficción «Bien Común»—.
Iñaki Gabilondo entrevista a Christian Felber.
Esta bandera triple, o bandera tricromo, a mi parecer, encierra un significado trascendente y útil para la Humanidad —ficción «Humanidad»—; desde ahora en adelante deberíamos aspirar al mismo tiempo a lo que denomino «CONTAMINACIÓN CERO» (con base en el necesario equilibrio que debemos buscar entre nuestras necesidades humanas y la preservación de la biodiversidad) y al BIEN COMÚN (según los postulados de Felber y otros teóricos con sesgo parecido), sin que por eso merme la libertad de los individuos, de las empresas, las sociedades, ni la soberanía de los estados (micro, macro, mega); pues hemos aprendido el coste terrible que tienen las ideas totalitarias y dogmáticas cuando se llevan a la práctica e intentan inhibir el libre albedrío de las personas y sus creaciones colectivas. Es decir, esta bandera es un símbolo que utilizaré siempre para recordarnos a todos la tendencia (no la obligatoriedad), la dirección en la que debemos orientar nuestros esfuerzos y acciones incesantemente en toda circunstancia; quiero decir, con vistas a la desmaterialización de nuestra economía, la eliminación de las técnicas y procesos que contaminan, degradan el medioambiente, esquilman la naturaleza y emiten CO2 a la atmósfera…, todo eso añadido a esta idea primordial y lógica de perseguir el Bien Común —ficción «Bien Común»—. Creo que es compatible perseguir el interés y el bien personal, propio, individual, con el bien común; pues de lo que se trata es de darle vueltas a las cosas, de pensarlas más y mejor, para adecuar progresivamente nuestros emprendimientos y decisiones (en un proceso abierto en constante perfeccionamiento) a este nuevo paradigma; para buscar en cada momento el mejor equilibrio posible de beneficio recíproco entre lo personal y lo colectivo, lo humano y el resto de la Biosfera. Por supuesto, todo esto es a veces difícil de concretar, compatibilizar, poner en práctica, ni siquiera de acordar, porque detrás de nuestras acciones siempre hay múltiples enfoques ideológicos... y un liberal nunca verá de la misma manera el modo de perseguir el bien común en comparación con el enfoque que pueda darle un marxista (por poner un ejemplo). Por eso, con el tiempo, las personas no seremos puramente liberales, ni puramente marxistas, ni nada parecido, seremos todas las opciones a la vez, seremos y somos seres complejos, abordaremos los procesos de manera esférica, multitasking, multinivel… afinando cada vez más en la elaboración y gestión de todo cuanto emprendamos; confiriendo alto grado de cualificación a cada cosa, cada producto, proceso, decisión… Y, precisamente, esto fue más o menos lo que traté de transmitir en la primera escultura pública que tuve la suerte de instalar allá por el 2010; que titulé LA UNIÓN.
«LA UNIÓN»
Desplazamiento hacia el verde
Por tanto, con esta bandera que me acompaña siempre, trato de recordarnos este giro conceptual que deberemos imprimir a nuestras acciones y proyectos: perseguir siempre el bien común y dejar la menor huella posible en el entorno medioambiental. Sabemos que esta pauta cuesta esfuerzo, disciplina mental y procedimental, y que requiere mejoras tecnológicas y nuevos materiales, y posiblemente más gasto económico o dicho de otro modo menos beneficio, pero solo a corto plazo, pues a la larga será mayor la satisfacción que nos reportará. Estamos a las puertas de un cambio cultural, que se podrá apreciar cuando se extienda y generalice esta forma de actuar. La consigna es «DESPLAZAMIENTO HACIA EL VERDE», dando a entender que partimos por lo general del rojo y que no llegaremos de un día para otro al verde más puro; pero entrar en la senda, predisponerse, interiorizarlo, hacer nuestra esta bandera, ya es avanzar hacia el verde (aunque posiblemente nunca se llegue del todo), cada cual, a su ritmo, según la cadencia, sus medios, su entorno, su convencimiento. Por eso el rojo queda abajo, el amarillo en el medio y el verde arriba: de menos a más, de abajo arriba (ultreia).
«Bandera Tricromo»
Las repercusiones que puede acarrear esta bandera y su significado, como el código del semáforo, pueden ser amplias, imprevisibles, pueden evolucionar desde el etiquetado de los productos comerciales (como venimos hablando), al desarrollo de la Economía del Bien Común (que pregona Felber), hasta la creación de ciencias que se ocupen del estudio y aplicación de nuevos procedimientos y técnicas para llevar a la práctica este cambio de sensibilidad, de expectativas, de paradigma…, este Green New Deal Global que pregona Jeremy Rifkin, que de manera progresiva pero inexorable tendremos que ir perfilando e implementando.
«Economía del Bien Común. Christian Felber». Óleo sobre tela, 80 x 80 cm. (2020)
No cambiaremos el régimen energético mundial basado en «CAPEGASU» (carbón, petróleo, gas natural y uranio) porque sea una moda megaprogre, o una conspiración oscurantista, o porque se nos anuncie una catástrofe climática colapsista, o porque lo diga nuestra querida Greta Thunberg. No, lo haremos porque podremos y querremos; porque desarrollaremos un sistema energético alternativo mundial basado en «FUHIRE» (fusión, hidrógeno y renovables), mucho más potente, infinitamente menos contaminante y además más asequible para el prosumidor (productor + consumidor). Las ventajas son inconmensurables, pues para empezar eliminaríamos muchas tensiones militares/diplomáticas/económicas internacionales en el momento en que cada país, o región geopolítica, disponga de soberanía energética.
Es decir, que los enormes intereses que ahora movilizan estados, ejércitos, multinacionales y bancos para asegurar precios, rutas, oleoductos, gasoductos, yacimientos, refinerías, prospecciones, grandes buques… se volatilizarían en el momento en que nada de eso fuera necesario, pues desarrollaremos tecnología limpia suficiente como para que cada país obtenga del sol (energía solar), el viento (energía eólica), el agua (energía hidráulica, hidrógeno), la fusión nuclear… la energía suficiente para satisfacer todas sus necesidades, sin apenas recurrir a nadie de la otra punta del planeta; estoy hablando de un Sistema Redundante. Por tanto, FUHIRE NOS CONVIENE. La DESCARBONIZACIÓN será un hecho y no un capricho, que conviene al bien común —ficción «bien común»—..., esta bandera así lo proclama.
«Carta Magna Icónica»
Lo mismo podemos decir de la DESMATERIALIZACIÓN de la economía, de un SISTEMA CIRCULAR («espiral» para ser precisos) que reaproveche todo de nuevo, que nada deseche, que nada deteriore, que nada contamine ni enferme. No lo haremos por capricho, sino por supervivencia, y esta bandera así lo proclama.
Esta idea de progresión, de desplazamiento inexorable y premeditado hacia el verde, se incluye en el gran debate que debemos emprender acerca de qué es lo mejor para la especie, con vistas a proyectarnos rumbo hacia el FUTURO PROFUNDO, pensando en la idea de bienestar o bienvivir y en el bien común (Felber) —ficción «bienestar», ficción «bien común»—; porque sin duda lo que está en curso es la GRAN EMANCIPACIÓN de nuestra especie y esta bandera así lo proclama.
Y, por último, ya puestos, a la misma vez que nos deshacemos de hábitos y actividades obsoletos, condenados a la extinción, progresivamente, como vengo diciendo; parte de la fuerza laboral y el ingenio creativo se desplazará para emprender la GRAN RECONSTRUCCIÓN MEDIOAMBIENTAL con la que trataremos de corregir —en la medida de lo posible— el enorme desaguisado ecocida que nuestra especie ha armado en el planeta..., y esta bandera así lo proclama.
«BARAKA»
Continuará...
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