Viene de “Mi Bandera (Múltiple) 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7”. Consúltense antes de seguir la lectura.
Vengo hablando, a lo largo de estos capítulos, de conceptos como: «gobierno mundial», «ciclos sistémicos de acumulación», «insubordinación fundante», «estados-continente», «humanismo gaiano», «macrociencias», «FUHIRE», «futuro profundo», «grandes mandalas», ciudades de nueva planta que denomino cosmópolis..., pero todavía no he explicado con la suficiente claridad qué es lo que hay detrás de todo esto, cuál es el propósito último que me lleva a plantear estos temas para presentarlos como un proyecto plausible, factible
[los proyectos no son utopías, son «ficciones» previas, calculadas, representadas en un papel o pantalla, necesarias, prácticas, que permiten orientar la mirada, agrupar los esfuerzos y afinar los conocimientos para convertir las ideas en realidad. Los proyectos se hacen o no se hacen, las utopías no sé]. La respuesta a todo esto es muy simple, utilizaré una argumentación fácil de visualizar: el objetivo que persigo es desencadenar tal movilización en las conciencias de la gente de mi tiempo, a escala planetaria…, que dé como resultado, en el espacio de no más de dos o tres generaciones, una enorme transformación de nuestro mundo con todo lo que contiene, como ninguna imaginación privilegiada haya adivinado jamás; una mejora en las expectativas de vida de toda nuestra especie, tal que se hable de esta gesta colectiva durante siglos o milenios.
Bien, dicho esto, pondré un ejemplo de fácil comprensión. Deseo que los países de la ribera mediterránea alcancen unos niveles de vida —ficción «nivel de vida»—, comparables o superiores a los que hoy se disfrutan en los países escandinavos —para no ir más lejos—. Es decir, que los indicadores económicos, sociales y culturales, que nos parecen favorables, reales, tangibles, conocidos de Escandinavia (en la actualidad, en el futuro no sabemos)..., en el espacio de 50 a 80 años —por ejemplo— sean los que predominen en todo el planeta para entonces, como mínimo; por consiguiente, también alrededor del Mediterráneo. Puede parecer un deseo insólito, arbitrario, exagerado, imposible e irreal para algunos, megaoptimista para otros, o simplemente ridículo para los más, así como decepcionante e insuficiente para algunos sensibles ultramegaprogres; y en el peor de los casos, horrorosamente detestable para los haters irredentos y los nacionalistas, que solo desean el bien y la gloria para su nación y nadie más. Los países del Mediterráneo son muy heterogéneos, tenemos realidades diametralmente opuestas: minipaíses como Mónaco con perspectivas de vida estratosféricas, si las comparamos con las doloridas Palestina, Libia, Siria... Pues justamente eso es lo que hay que resolver para siempre —ficción «siempre»—, como digo, en un tiempo asumible, y en un espacio esférico que no es otro que el de la superficie terrestre.
Paralelamente, en ese mismo lapso de tiempo, las condiciones medioambientales del mar Mediterráneo deben experimentar una mejora radical. Volverá a ser un mar lleno de vida marina diversa: desde las praderas de posidonias a los bancos de atunes que entran y salen por el estrecho de Gibraltar, pasando por el zooplancton... Unas aguas limpias, libres de toda contaminación, sin acidificación, sin sustancias químicas, ni microplásticos, ni basura antropogénica en general, ningún desecho que no sea natural, orgánico ni biodegradable, ni nada. Y algo parecido en la franja de tierra adentro que lo circunda: ríos limpios, inmaculados, llenos de vida fluvial, que desembocan en Nuestro Mar (Mare Nostrum); territorios llenos de bosques y matorral típicos mediterráneos, con su correspondiente fauna, sus linces, sus liebres, sus cabras y lobos (donde sea posible reintroducirlos), las abejas polinizadoras, nuestros gorriones de toda la vida y las aves migratorias que nos visitan yendo y viniendo. Estamos hablando de recuperar humedales, o incluso inventar otros más; hablamos de recuperar y reconectar espacios salvajes preservados de la vorágine destructora humana; hablamos de la recuperación del suelo, de un combate a carta cabal contra el fuego, la degradación, la erosión, y la desertización. Hablamos de los bosques de cedros del Líbano, palmerales norteafricanos, pinares, encinares, alcornocales, dehesas…
Rachid Koraichi. Artista argelino
Todo esto mientras la población de los países ribereños prospera, evoluciona en libertad, en paz, con unos niveles de vida, ya digo, exquisitos, escandinavos. Una población sana, bien alimentada, bien pertrechada, bien cobijada, realizada, longeva, feliz —ficción «felicidad»—, culta, informada, rica, que viaja y recibe turistas/estudiantes/población flotante/residentes foráneos, y disfruta de una calidad de vida inusitada que nada tiene que ver con los índices socioeconómicos actuales, tan dispares y preocupantes (índice Gini, PIB, índice de desarrollo humano o IDH...), con un sistema sanitario a la última y otro educativo de máximo nivel. Lo del «pleno empleo» no acabo de visualizarlo ni para los países ribereños del Mediterráneo ni para los países que hoy disfrutan de algo parecido, ni para ningún otro; y por eso este tema y el de la «renta básica» también será parte de un largo debate de alto alcance en el «Babylon Festival». ¿Se puede ser más ambicioso? Yo creo que no. Pero es que se necesita ser así, aclarar las ideas antes de ponerse en marcha para hacer saber hacia dónde se va, si no pareceremos pollos sin cabeza. Se necesita un mapa, un rumbo y a continuación echar a andar. Otros que propongan lo que quieran, yo los invitaré al «Babylon Festival» para que nos lo expliquen.
“Guerra y Paz”. Pablo Picasso
En contrapartida a este cambio de rumbo y de sensibilidad respecto a la nueva forma de pensar para el mar y la tierra, y la biodiversidad que lo habita, la especie humana tendrá que lograr el perfecto equilibrio posible entre sus necesidades vitales y el respeto a la naturaleza. Mi planteamiento siempre es el mismo, comienza por más urbanización, más «densidad organizada» de población, más compactación en ciudades agradables, confortables, con grandes expectativas de vida, al tiempo que se biocompensa nuestra presencia liberando y reconstruyendo más espacio para ofrecérselo a la vida natural salvaje, organizada en distintos grados: áreas protegidas sin rastro de presencia humana, áreas supervisadas y áreas intervenidas (temas para otros escritos)...
Hace tiempo que decidí repensar los tres sectores de la población activa en que normalmente se organiza la actividad laboral. En general vemos un aumento creciente del SECTOR SERVICIOS, una tendencia lógica porque cada vez se necesita menos gente para la producción de alimentos en el «sector primario» también denominado SECTOR AGRÍCOLA, que abarca la agricultura, la ganadería, la pesca, pero también la minería extractiva… Las técnicas productivas se mejoran y automatizan y dan grandes resultados. Esto mismo ha de ser implementado a escala planetaria, hay que sacar a cientos de millones de personas del campo (en continentes como el africano, el subcontinente indio y tantos otros territorios de la Tierra; esto no se hace por decreto, sino con políticas urbanas seductoras que ofrezcan trabajo y condiciones de vida enormemente atractivas), e instalarlos en grandes y medianas ciudades, porque con un pequeño porcentaje de la población activa dedicada a este sector se abastecerán perfectamente las necesidades alimentarias de la población mundial. Hay que abolir de la faz de la tierra las duras jornadas de trabajo rural, en condiciones precarias de subsistencia, con baja productividad, que todavía cubre grandes territorios agrícolas. Los tractores, las cosechadoras, nuevas herramientas, la concentración parcelaria, la agricultura de precisión, nuevos métodos «ergonómicos y ergostésicos» de trabajo, mejoras en el regadío, aumentarán la productividad per cápita, al tiempo que las condiciones para el trabajador mejorarán ostensiblemente. Algo parecido se experimenta en el SECTOR INDUSTRIAL o secundario, necesitaremos muy poca gente —un bajo porcentaje de la población activa— para cubrir la producción de energía, bienes de consumo, indumentaria, materiales procesados, manufacturas, maquinarias, bienes domésticos, vehículos, aparatos electrónicos…, gracias a la tecnificación, informatización, robotización…, que podrá producir en cantidades industriales e incluso de manera personalizada ajustada a cada cliente. Así que el grueso de la población activa mundial, más del 90 % restante —supongamos—, tendrá que dedicarse a los servicios, a construir/restaurar/reparar/reciclar, a los cuidados (de nuestros congéneres y de la naturaleza), a las finanzas, a tareas intelectuales, a actividades educativas, lúdicas y deportivas, al ocio, ¡ah!, y a la aventura espacial. Por tanto, el SECTOR SERVICIOS lo desdoblé pensando en añadir dos sectores más a la ecuación: que denomino SECTOR CULTURAL y SECTOR LÚDICO; sin pasar por alto la reducción del horario de la jornada laboral, la reducción del número de días laborables semanales, la conciliación laboral/familiar, el teletrabajo, los distintos subsidios y pensiones, y la renta básica (temas para otros escritos). En definitiva, entre mis planes para la «LIGA MEDITERRÁNEA» está repensar el panorama laboral y los sectores productivos, de cara a un futuro más prometedor para el mayor número de ciudadanos posible de esta región (como en el resto del planeta); pues se necesitan grandes clases medias que tiren del carro de nuestros países.
(Sector primario, secundario, terciario, cuaternario, quinario)
Desplazamiento hacia el calor
Ya podemos hacernos una idea de la enorme tarea que nos espera en todos los órdenes de la vida. Yo en estos casos siempre empiezo por el tema energético. Sin energía abundante y barata, nada de esto será posible —lo sabemos—, además tendrá que ser incontaminante, sin emisiones nocivas —por supuesto—; y siempre aparecerán los recelos/miedos de los países productores de petróleo, gas natural..., así como los que están fuertemente nuclearizados como Francia, que tiene decenas de centrales de fisión nuclear. Hablamos de una sustitución vertiginosa del sistema «CAPEGASU» por el sistema «FUHIRE»… La carrera ha comenzado, ya es un hecho inexorable, todo el mundo lo sabe, tanto los que producen hidrocarburos y viven en buena medida de su exportación, como los países que persiguen la soberanía energética, es decir, los que pretenden no tener que importar estos insumos. De momento tenemos una latitud media mediterránea ideal para la energía solar, la eólica y la mareomotriz; y en lo que concierne al hidrógeno y la fusión nos aguardan décadas de espera y preparativos. La FUSIÓN puede que nazca en la propia ribera mediterránea, en suelo francés, en el ITER; y España, Italia y otros países del entorno mediterráneo también están contribuyendo para que así sea. La supercuestión es: «¿Estamos preparados para algo así, qué haremos con la fusión cuando sea una realidad comercial, quién la gestionará, quién se beneficiará, cómo, con qué criterios; cómo será o queremos que sea un mundo poscarbónico?». Me temo que hoy por hoy este tema está en manos de la improvisación, nada de esto está en la agenda de nadie, excepto en la del «Babylon Festival», aquí sí que será un tema estrella para la reflexión y el debate; habrá que desarrollar una auténtica filosofía «FUHIRE», una auténtica dialógica basada en el tema (a desarrollar entre los negacionistas, los detractores, los escépticos, los maltusianos, los decrecentistas, los tecnooptimistas, los amigos de la igualdad —que sueñan con un «megakibutz planetario»— y los de la libertad —que sueñan con «privadolandia forever»—...) y un corpus completo de expectativas derivadas de la misma —planes y programas—; con la suficiente antelación para que el potencial gigantesco de estas energías se encarrile desde el principio y no se malogre la oportunidad histórica que está a las puertas.
Después de la energía suelo pensar en el agua. En la cuenca mediterránea el agua es un tema esencial, capital —el preciado elemento—; máxime cuando el calentamiento global aboca esta región del planeta a grandes desafíos debido a la desertización —el empuje del Sahara— y la presión demográfica. Si creo en un futuro energético pletórico «FUHIRE» —es un acto de fe—, también creo en una ribera mediterránea superpoblada, ya lo es en efecto, pero lo será más. Hasta ahora, la tendencia era un trasiego impenitente de población que emigraba del sur de Europa al norte, del norte de África y Próximo Oriente saltaba a la Europa mediterránea hasta llegar a la Europa noroccidental; casi todo el mundo se dirigía a la Banana Azul, es decir, hacia la gran zona de acumulación capitalista europea, llena de industrias, ciudades y de agua, mucha agua (grandes cuencas hidrográficas de ríos como el Támesis, Rin, Danubio, Sena, Po…). Al mismo tiempo, otra migración tenía lugar desde el interior de los países ribereños mediterráneos hacia su litoral (la Costa Azul, el arco mediterráneo español, Italia —un país densamente poblado de norte a sur—, las islas de Nuestro Mar, y en general toda la costa mediterránea africana y asiática). Sin embargo, esta tendencia migratoria general puede cambiar en el momento que dispongamos de energía «FUHIRE» potente, abundante y barata (ya nos ocuparemos de que así sea). ¿Qué ocurrirá entonces? Yo lo tengo muy claro, la gente se desplazará hacia el calor y la luz (días largos y soleados), y el Mediterráneo será como siempre fue, el centro de atracción sobre el que pivotará esta parte del planeta. Es decir, puede que se invierta la tendencia, que la población del norte de Europa se desplace hacia el sur, hacia las grandes penínsulas ribereñas (ibérica, itálica, balcánica y otomana) y hacia el norte de África; puede que el litoral mediterráneo sur comience a recibir mucha población europea en busca de oportunidades de negocio, ocio, jubilación, espacio y naturaleza. Europa ya experimenta de hecho un gran envejecimiento y poco crecimiento demográfico en parte cubierto por la inmigración; pero cuando la mitad sur de Europa y la ribera norte de África y la ribera asiática mediterránea dispongamos de energía «FUHIRE» a escala industrial, el siguiente paso será regresar y repensar el sur, nuestro sur. Yo ya estoy haciéndolo, estoy pensando en cierta linealidad para conectar grandes áreas geográficas mediante rutas, canales, tendidos, a modo de espinas conectoras y distribuidoras transcontinentales. Estoy pensando en «autopistas de agua», canales de agua de ida y vuelta que recorran el interior de nuestros países, irrigando tierras de cultivo y abasteciendo asentamientos urbanos, actuales y futuros. Agua procedente de una combinación de técnicas y fuentes: manantiales, ríos, trasvases, aguas embalsadas, pozos, aprovechamiento de aguas residuales y salobres, y desalación masiva del mar por medio de grandes centrales de fusión; al tiempo que se optimiza su ahorro y gestión, técnicas que ya están muy avanzadas en España, Israel y otros países..., y más que lo estarán (riego por goteo y aspersión, polímeros hidrogeles para retener el agua en las raíces de las plantas, cultivos hidropónicos, plantas transgénicas resistentes a la sequía o al agua salada marina, inodoros secos, lavadoras eficientes, duchas de bajo consumo de agua... —temas a debatir y desarrollar en el «Babylon Festival»).
«Nora nos muestra su maqueta urbana para el Área Cosmopolitana del Magreb, en el Norte de África».
Liga Mediterránea
La ribera mediterránea tiene que industrializarse ¿sí o sí?, equiparse con importantes infraestructuras, y remodelar su urbanismo, esto no es exclusiva de los países anglo-germánicos de Europa, ya no. ¿Acaso van a ser siempre los mismos, los que tiren del carro, los que innoven, los que se capitalicen, los que nos digan a los demás cómo han de ser las cosas, las modas, el consumo, las técnicas? Y si es que este desiderátum de industrialización ha de materializarse, pues hagámoslo desde el principio con criterios ecosociales y tecnológicos vanguardistas, ecologistas, humanistas, a la última. Es decir, estoy planteando una vez más un proceso de «insubordinación fundante» firme, decidido, desaprensivo y sin retroceso posible para la región mediterránea… Podemos tenerlo todo: sol, agua, naturaleza, agricultura, turismo, comercio e industria también. Y esto me lleva a pensar en un espacio comercial enorme, lo que he dado en llamar la «LIGA MEDITERRÁNEA», inspirada en la pionera navegación de cabotaje de los primeros estados comerciales del Mediterráneo (los fenicios, los griegos), también —por supuesto— en el imperio romano, y más adelante los venecianos, los genoveses…, pero incluso en la (nueva) Liga Hanseática que tienen montada en el Mar del Norte y el Báltico. Un Mercado Común entre los países ribereños del Mediterráneo sería la solución para muchos de nuestros problemas, sería el próximo paso, lo que sigue. De hecho, las diplomacias de nuestros países ya han sentado las bases de un proyecto internacional embrionario que a mi juicio está en el origen de esta futura liga: se trata de la UNIÓN POR EL MEDITERRÁNEO (UpM), cuya sede se emplaza en Barcelona, por ahora (digo esto último, porque también deseo reubicar esta sede, traerla para mi pueblo). En cualquier caso, algo es algo, por alguna parte hay que empezar.
“MEDITERRÁNIA”. Desplazamiento hacia el calor.
–Cambiar el modo de ver el mundo, es cambiar el mundo–
Recapitulando. El panorama energético e hidrológico a medio plazo abre un horizonte despejado para acometer grandes cambios en los países ribereños del Mediterráneo, en las cuatro grandes penínsulas (ibérica, itálica, balcánica y otomana), en el Norte de África, en la fachada oriental (Israel, Palestina, Líbano, Siria y Jordania) y las grandes islas y archipiélagos (Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Creta, Chipre...). Para eso debemos emprender un proceso de «insubordinación fundante» de gran alcance, una integración económica de toda la zona y de paso una Gran Reconstrucción Medioambiental (con base en el concepto de «CONTAMINACIÓN CERO»). El reto no está en emigrar, en cómo cruzar el mar para «salvarse y asegurar un futuro» para los hijos en la Europa desarrollada industrial y capitalizada, sino en cómo permanecer, cómo atraer/generar talento, turismo, tecnología, industria, comercio, capital, energía, agua, empleo… y lo que sigue, riqueza, bienestar, paz, concordia, convivencia, cultura, seguridad social, libertades y… ¿democracia? [Tal vez no le guste a todo el mundo la democracia, ni los Derechos Humanos, ni las libertades... En el «Babylon Festival» escucharemos los argumentos de los que estén en contra de la democracia —una ocurrencia por otra parte muy mediterránea, muy griega—, y piensen en otras fórmulas, por ejemplo, el monompartidismo comunista, repúblicas personalistas, anocracias, megateocracias, monarquías absolutistas, colonias, satrapías, oligarquías, dictaduras militares..., todo un fabuloso elenco de preferencias políticas que hoy por hoy en el Mediterráneo se ensayan y practican a placer].
La Tercera Revolución Industrial (TRI) ha de alcanzar de lleno a nuestro entorno mediterráneo, no podemos vivir de espaldas unos de otros ni contra la modernidad y desatender los intereses generales que convienen a la región; no podemos plantear nuestro futuro basándolo en incomprensiones y rivalidades enquistadas hasta la eternidad. Estamos viendo la interdependencia que existe entre todos nosotros, cualquier conflicto en esta zona altera los difíciles equilibrios del conjunto internacional mediterráneo, nos repercute (revueltas, guerras, refugiados, migrantes, terrorismo, tráfico de armas y de drogas, trata de personas, nacionalismos, extremismos, integrismos, inseguridad, precariado, desempleo masivo…); y además sabemos lo que nos hace falta, que es una economía pletórica, exuberante, que eleve las expectativas de vida del conjunto; un escenario en el que nuestro principal problema sea cómo administrar la abundancia y no la escasez. Y para eso hay que arriesgarse, romper dinámicas obsoletas y perjudiciales, y entregarnos al diálogo (DIALÓGICA) para superar siglos, milenios de incomprensión y guerra en la ribera del Mediterráneo.
Bandera mediterránea
Nohah Harari, mi israelí favorito, nos allana el camino. La clave está en las «megaficciones», en crear «redes intersubjetivas de sentido»; y por eso, para superar las precedentes que en otros tiempos fueron útiles, pero que hoy lo único que hacen es agudizar las diferencias que nos separan y enfrentan; hay que imaginar/inventar/construir otras nuevas más amplias y omniscientes. Ficciones que nos conformen y entusiasmen, que le den sentido a todo lo nuevo, que nos permitan superar las anteriores, que nos trasladen más lejos (ultreia) y más arriba (suseia). Soy andaluz, soy español, soy europeo, soy latino/ibero/hispanoamericano y soy mediterráneo, claro que sí; nadie me lo puede negar, no me pueden arrebatar esa parte de mi identidad. Así que lo que me duele lo supero a base de ungüentos de «nácar» y mucha imaginación.
Esta vez sentí la necesidad de proclamar bien alta mi determinación, y rápidamente pensé en el diseño para la bandera mediterránea (porque no tenemos, no existe una bandera mediterránea, no hasta hoy); un símbolo trascendente de unidad y paz, que necesitamos apropiar y compartir, para que prevalezca sobre los intereses que fomentan la desunión y el conflicto, la barbarie y el choque de civilizaciones. Pues entre nosotros solo hay una única civilización posible, una civilización madre que engendra, ensambla y conecta todas las demás, y es la CIVILIZACIÓN MEDITERRÁNEA, la esencia pura que recoge toda la grandeza y el refinamiento de AFROEURASIA. Así que decidí construir una bandera basándome en la sección áurea o divina proporción, que griegos, romanos, árabes y tantos pueblos mediterráneos hicieron suya, para educarnos en la belleza canónica, en la fascinación por las proporciones, y construir el arte y la arquitectura más armoniosa y estilizada jamás creada. Y decidí que esta bandera sería por consiguiente un rectángulo áureo de color azul ultramar (o lapislázuli), inscrito sobre otro de color blanco; con el objeto de sintetizar los dos principales mensajes: el rectángulo azul —áureo— representa el MAR MEDITERRÁNEO, la unidad, la cuna de la civilización para buena parte del planeta, el escenario central que ha dado origen a casi todo lo que somos, el espacio marino que conectó tempranamente a unos pueblos con otros (navegación de cabotaje), que facilitó el comercio y el intercambio cultural, la transmisión de los descubrimientos, las «ficciones» (las creencias, las ideas, mitos, religiones...), la escritura, las ciencias, las innovaciones, la artesanía, los metales, los tejidos, las especias, las plantas y los animales… que nos dieron el gusto por la vida, por los placeres, la gastronomía equilibrada, la conversación, la filosofía, el arte, el teatro y la poesía... El lapislázuli era el pigmento azul (caro y difícil de obtener) que se traía desde el lejano Afganistán, con el que se decoraron las construcciones, esculturas, pinturas, textiles, muebles, joyas y tocados… más suntuosos y significativos de las civilizaciones del Mediterráneo; es el símbolo de la pureza, la salud, la suerte y la nobleza, por consiguiente, el símbolo de Nuestro Mar. Y el rectángulo blanco (también áureo) son los países que lo rodean; el mensaje de paz que representa la convivencia y el entendimiento entre las naciones que circundan Nuestro Mar.
El esfuerzo y recorrido que nos espera en el área mediterránea es ímprobo; debido a la enorme disparidad de realidades identitarias, nacionales, étnicas, políticas, económicas, sociales, culturales, lingüísticas, religiosas e históricas que existen. Así que mi estrategia insiste en la DIALÓGICA como método para avanzar, un concepto procedente de la teoría del «PENSAMIENTO COMPLEJO» desarrollada por el filósofo francés de origen sefardí Edgar Morin; y por eso, invito fervientemente al «Babylon Festival, o Gran Mandala, o Foro Gaiano Mundial», a los ciudadanos procedentes de todos los confines del Mediterráneo, para abordar el gran proyecto que deseo fomentar: más que la Unión por el Mediterráneo, la UNIÓN MEDITERRÁNEA en sí misma, o «LIGA MEDITERRÁNEA». Además de conocernos y prestarnos al diálogo, debemos pensar en el modelo de unidad mediterránea que deseamos; en qué hacer y cómo, para que una vez que nos pongamos en marcha colme todas nuestras expectativas. Yo por mi parte expondré las mías, mi visión del futuro, mi plan, que pasa como digo por la creación de nuevos asentamientos urbanos («cosmópolis») y la creación de áreas agrícolas/ industriales/turísticas (siempre bajo criterios bioconservadores y ecosociales) en toda la ribera norte y la sur —especialmente—; un plan energético, otro hidrológico, otro económico, otro socio-cultural, otro para la descontaminación a gran escala, y una «Gran Reconstrucción Medioambiental» para toda la extensión en general. Plantearé abiertamente dos centros cosmopolitanos para el Mediterráneo: la «Cosmópolis de BAZA» —con sus dos puertos, Puerto Rey y Orán— en la cara euromediterránea, que representa EURÁFRICA, en el Mediterráneo occidental; y la «Cosmópolis de PETRA» en la cara afroasiática mediterránea, en el Lavante mediterráneo, en la península del Sinaí, que conecta también con el Mar Rojo... Creo que es fácil percatarse de mi afinidad por las tierras de frontera.
Las áreas «cosmopolitanas» son multicentros políticos, con atribuciones a diferentes niveles, porque albergan distintas sedes gubernamentales: además de ser nuevos centros económico-socio-culturales son capitales de estados-continente como podría ser la UE, son capitales de unidades políticas intercontinentales como podría ser la Liga Mediterránea, y además son capitales coordinadas mundiales, globales, gaianas, que forman el «Gobierno Mundial» todas en una. A partir de ciertos niveles están de acuerdo en el mismo tipo de políticas porque forman parte del mismo «Sistema Redundante», y en otros aportan el punto de vista ajustado a la circunstancia de cada demarcación territorial cosmopolitana asignada. En cualquier caso, todo el sistema se fundamenta en el orden westfaliano realmente existente, el de los estados nacionales contemporáneos como punto de partida.
La «Cosmópolis de PETRA» debe su nombre a su significado griego (petra, «piedra», por extensión, «roca»), dando a entender que será la primera piedra, el pilar sobre el que se construirá una nueva civilización, esta vez planetaria; una ciudad fuerte, resistente como una roca. Y también alude directamente a la legendaria ciudad homónima de los nabateos cuyos vestigios aún se pueden contemplar en el sur de Jordania, no muy lejos de allí; una antigua encrucijada de rutas comerciales caravaneras, que ejemplifica a la perfección la tenaz lucha contra el medio desértico, por el agua y la vida. «Nueva Petra» se erigirá en la encrucijada de AFROASIA (o Afrasia), el punto por el que supuestamente transitaron las primeras migraciones humanas desde África hacia el resto del mundo... Homo Sapiens salió de África por este istmo, cruzando el mar Rojo, para «adueñarse» de todo el planeta. La península del Sinaí, por tanto, es testigo de excepción de grandes transformaciones, como la revolución neolítica que tuvo lugar en el Creciente Fértil, de la que emanaron grandes civilizaciones que marcaron el rumbo de la historia, como la egipcia, las mesopotámicas, la fenicia, la griega, la persa, la hebrea, la cristiana… y por supuesto la musulmana (abasidas, selyúcidas, otomanos…, sunitas, chiitas, jariyíes, sufíes…). Esta región del mundo es la cuna y el epicentro de las grandes religiones monoteístas, por consiguiente «PETRA» está llamada a proteger estas religiones pero también a modernizarlas, actualizarlas, para superar el conflicto enquistado que existe entre los que las profesan o instrumentalizan (la fricción, la incomprensión, el odio que no parece tener fin entre las tres que en realidad son una); además tiene la encomienda de ayudar a superar el conflicto existente entre estas tres religiones y los que no las profesan. Esta intransigencia se va a acabar; así de claro, avisados quedan. Si queremos convivir y prosperar, compartir conocimientos, tecnología, riqueza y bienestar; si queremos ayudarnos unos a otros; si queremos paz a largo plazo —silenciar a los radicales y a los violentos—, habrá que establecer prioridades, lo que es más importante y lo que es menos, lo que pertenece a la ficción y lo que no. ¡O aquí cabemos todos o no cabrá ni dios!
“Paisaje Cosmopolitano”. Óleo sobre tela, 195 x 390 cm. (2005). Tisho Babilonia.
Dialógica. Paradigma de Fusión
Creo que queda claro el rol neurálgico que desempeñará esta cosmópolis querida («PETRA») para con los países del entorno y para con el planeta en su conjunto; si he elegido ese lugar por las muchas razones que acabo de explicar, me falta añadir la primera y principal, que es la idea de ir directo a la llaga más sangrante que más daño me hace, para cauterizarla de una vez por todas. «Petra» será el elemento inesperado, la fuerza huracanada, la explosión de «nácar», el diluvio de conciencia y promisión que borrará de la faz de la Tierra el conflicto enquistado entre judíos y palestinos (árabe-israelí por extensión), y el resto de las tensiones regionales... (¡Con esta megaurbe no podrán!, ni los unos ni los otros, y si no puedes con el amigo, únete a él). Pero antes de llegar a este punto en el futuro, hay que hacer una pila importante de preparativos, una larga y profunda reflexión, una gran sentada, un proteico dispositivo de planes y programas, un esfuerzo hercúleo por la DIALÓGICA, la prospectiva y la prognosis, en el contexto del Mediterráneo; y para eso está pensado el «GRAN EVENTO» que pretendo promover en mi tierra, en Benamaurel ANDALUCÍA ESPAÑA EURÁFRICA. El «Babylon Festival» establecerá las bases requeridas para el diálogo y el encuentro, para la toma de conciencia, tratará de organizar los distintos saberes, los distintos temas de debate, los distintos puntos de conexión desde los que partir, y dará inicio al diseño de esta gran transformación mediterránea... Bueno, en realidad dará inicio a toda una transformación planetaria como vengo diciendo —por mí que no quede—; ya he dicho que no tengo por costumbre podar mi imaginación.
Por ejemplo, pretendo promover una especie de «Parlamento Mundial de la Espiritualidad y las Religiones», un espacio para el diálogo interreligioso, intrarreligioso y extrarreligioso, un centro para que todo el que lo desee pueda conocer, estudiar, practicar, las distintas ficciones/religiones/filosofías que el instinto humano de trascendencia, religación y amor fraterno ha sido capaz de crear. Pondré especial interés por dar a conocer la nueva modalidad de mezquitas que están proliferando en Europa, que son mixtas (rezan hombres y mujeres juntos) y progresistas, son defensoras de la democracia, el laicismo republicano, los derechos humanos…, como mi admirada «Mezquita Simorgh». Pero voy más allá, estoy pensando incluso en el diseño de nuevos templos, en una espiritualidad «cosmopolitana» que llamaré «GAIANA», que suma, que ensambla, que organiza, y va más lejos (ultreia) y más arriba (suseia)…, que armoniza y reconcilia; ya se verá, espero. Pretendo promover un debate sobre las ideologías, los distintos sistemas políticos, económicos, las distintas experiencias nacionales… y recibir a todos los que deseen participar, o simplemente venir a escuchar; hay mucho que aprender y mucho que dialogar, y tenemos suficiente perspectiva histórica como para adivinar el recorrido de las ideas que han sido llevadas a la práctica (¡historiadores a mí!). Tenemos que reflexionar a carta cabal sobre el futuro que queremos, que soñamos, que imaginamos, porque la riada de los acontecimientos no se detendrá, y aquellos países, regiones supranacionales o civilizaciones que no estén dispuestos a cambiar (tanto del norte como del sur, tanto del este como del oeste) acabarán arrollados, desbordados, rezagados, marginados por la historia. Es el tiempo de la dialógica, que llega marcado por un cambio de paradigma —el tránsito de la FISIÓN a la FUSIÓN (como el cambio de tipos de centrales nucleares)—, un acontecimiento que trastocará los pilares de la civilización humana: parte de las ciencias emprenderán un sendero diferente al tradicional, unas seguirán con sus métodos de fraccionado y secuenciación de la realidad, especializándose en lo micro, pero otras adoptarán el camino del ensamblado y la fusión de los conocimientos atesorados (que llamo «Macrociencias»). No nos queda más remedio que atesorar conocimiento y talento para hacer civilización.
«El humán vive conscientemente para sí, pero es instrumento inconsciente de la consecución de los históricos y universales anhelos de la Humanidad». Tolstoy (Guerra y paz).
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Y ahora qué sigue. «Baza y Petra» solo son dos piezas del puzle; ya he presentado también las americanas «Andrea, Gala y Titania» (de las que tengo grandes expectativas), y del resto espero hablar cuando las ganas de escribir regresen. Trataré de las otras «cosmópolis» de la zona: de «Spika» prevista para Crimea (yo también tengo planes para Crimea), de las africanas «Gora, Victoria, Popea...» —en África mi imaginación se desata—; las cuales relacionaré con la Unión Europea, Rusia, los BRICS, la Liga Árabe, la Unión Africana, la inmensidad de Asia...; hablaré de la red de rutas que las unirá, también de algunos proyectos estatales que hay sobre la mesa, como la futura ciudad de «Neom» en Arabia Saudí, muy cerca del Sinaí, precisamente; hablaré de todo lo que pasa por mi cabeza a quien le pueda interesar. Mientras tanto seguiré pintando y escuchando el mundo, regalándome.
Todo es posible cuando el bienestar y la prosperidad nos inspiran el júbilo de existir y convivir. Cuando llega ese momento las sociedades se abren al mundo, descubren su mayoría de edad, y a la misma vez el secreto mejor guardado desde la antigüedad; que no es otro que nuestra completa ignorancia («ignoramus et ignorabimus») frente al devenir; que nadie sabe dónde vamos ni lo que nos espera, que ninguna de las ideologías, filosofías, religiones, regímenes políticos o cualquiera de nuestros líderes dispone de certezas infalibles, sino únicamente de «ficciones». Y cuando este descubrimiento nos explota en la mente, dejamos de autoengañarnos, nunca más volvemos a poner nuestro destino en ningunas manos; la idea de la subordinación nos quema y, por tanto, solo nos queda la única vía soportable..., unirnos, encontrarnos, parlamentar, compartir nuestras creencias, nuestros valores, nuestros anhelos, nuestras «ficciones», y nuestra disposición para que entre todos decidamos el modo de continuar hacia adelante, el que nos parezca mejor. Por eso, en vista de nuestra indefensión, se revaloriza por momentos la importancia del “otro”, los matices y los puntos de vista que pueda aportar, la diversidad de opiniones y actitudes, la riqueza/confianza que supone encarar el futuro con el mayor grado de omnisciencia y esfericidad posible. Es por eso que la democracia nos alcanza, nos inunda, y una vez que se instala en las mentes, seremos nosotros los que no la abandonaremos. La DEMOCRACIA GLOBAL es cuestión de tiempo, es el futuro que nos espera, nuestro sino por descarte, por escarmiento, por eliminación de las demás opciones; no se elige, no es un proceso impuesto por capricho, no es una moda pasajera o una ocurrencia de occidentales liberales, es una claudicación; nos rendimos ante la evidencia. Así que por si acaso, en el Mediterráneo como en el resto del mundo, preparémonos para esta inminente posibilidad democrática, construyamos clases medias enormes, ricas, plurales, resueltas, emancipadas, cultas, viajadas, cosmopolitas..., entonces los miedos se desvanecerán en toda la ribera, las tensiones menguarán ostensiblemente. Y algún día todo estará preparado, será propicio, para que yo pueda viajar al Sinaí a inaugurar el «Gran Mandala» correspondiente, el gran espacio de reflexión y diálogo de mis sueños.
Lotfi Bouchnak - لطفي بوشناق - Concert IAM en Egypte
POSTRIPTUM
*Nota 11. Buena parte de esta obra la tenía redactada y preparada antes de los gravísimos sucesos acaecidos recientemente en la región mediterránea (aparte de los restos del conflicto bélico en Siria, la situación de desgobierno en Libia, los grandes campos de refugiados de la región, la amenaza yihadista siempre presente, y el trasiego constante de pateras llenas de inmigrantes cruzando el mar a diario, arriesgando sus vidas en pos de un sueño de promisión ficticia en Europa)… Se trata de la enésima e ignominiosa escalada de violencia desatada entre Israel y la franja de Gaza (en mayo de 2021); y del triste suceso vivido en las mismas fechas en las ciudades autónomas españolas del norte de África (Ceuta y Melilla) en el que una multitud —más de 8000 personas— de marroquíes y subsaharianos, niños en gran parte, entraron a nado o a través de las verjas, en masa, colapsando estas ciudades y desencadenando un serio conflicto humanitario y diplomático entre Marruecos, España, la Unión Europea y el Frente Polisario Saharaui. Por tanto, me veo en el deber de añadir una reflexión última en este capítulo sobre mis planes para el Mediterráneo, para esclarecer mi posición sobre estos temas:
Podemos seguir durante siglos jugando a proteger nuestros países respectivos (bunkerizándonos) de los males milenarios externos, de las «plagas» bíblicas, jugando con las fronteras, jugando con los delirios expansionistas de cualquier gobernante, jugando con la desesperación de las personas, jugando con la «barrera natural» que supone Nuestro Mar (mientras que no sepamos transformarlo en lo que es y siempre fue, un espacio de conexión), y jugando con nuestras ficciones identitarias, culturales y religiosas. Podemos seguir durante milenios creyendo en el único dios verdadero —ficción «único dios verdadero»—, y pensando que los demás están equivocados, que viven en un mar de pecado y depravación —ficción «pecado»—, pensando que son malas bestias, seres sin alma —ficción «alma»—. Podemos seguir envueltos en nuestras banderas nacionales y demás símbolos identitarios, Marruecos puede seguir soñando con su «Gran Marruecos», que incluye las islas Canarias, Ceuta y Melilla, aparte del Sahara Occidental; bueno incluso puede seguir tanteando con oportunismo las fragilidades españolas, soñar con invadir Andalucía, extenderse por Mauritania, Argelia y Malí (vengo diciendo todo el tiempo que soñar es gratis, yo me paso la vida soñando, sé de lo que hablo)… creyendo, con eso, resolver magníficamente todos los problemas del país alauita (Italia podría pensar lo mismo y reclamar el Marruecos romano, y ya puestos el resto de aquel imperio); sin embargo, lo único que se conseguiría sería una espiral de rearme y de recrudecimiento nacionalista sin precedentes, abrir una brecha bélica en el Mediterráneo Occidental que nadie desea y que lo único que nos procuraría sería más miseria, destrucción y muerte; la misma que estamos viendo en otras partes de este mismo mar Mediterráneo.
En este orden de razonamientos, podemos seguir unos cuantos milenios más, defendiendo con uñas y dientes cada palmo de la tierra de Sion —así llamada por unos— o la tierra de Palestina —así llamada por otros—, regándola con sangre hasta el día del juicio final —ficción «día del juicio final»—. Podemos seguir machacándonos siglo tras siglo, milenio tras milenio, enrocándonos en nuestras maravillosas posiciones, convicciones, creencias, lealtades, apegos, ficciones, banderas, tradiciones… y no avanzar ni un paso, en pos de una mejora general que nos convenga a todos alrededor de Nuestro Mar. Si Israel cree que podrá multiplicar por cero al pueblo palestino, borrarlo de la faz de la Tierra, quitárselo de encima como el que se sacude el polvo de la ropa, está totalmente equivocado, y todos los demás lo sabemos, toda la comunidad internacional. Y si los palestinos creen que podrán multiplicar por cero al pueblo de Israel, deshacerse de ellos, echarlos por donde vinieron, expulsarlos para siempre, están totalmente equivocados, y todos los demás lo sabemos. El odio y el deseo de aniquilación mutua están garantizados, ¿sí o no? ¿Qué se sobreentiende que tenemos que hacer los demás, al respecto?
Os prometo que se irá a la raíz de estos conflictos, pues lo que nos espera es diluirnos para siempre en la GRAN FUSIÓN globalizadora que está en curso en nuestro planeta. Poco importará si conservas o no tu prepucio, si cubres o no tu cabeza en señal de respeto hacia tu «dios» (el mejor, el único, el tuyo, claro), si te tiras el día rezando, si tienes una lista de prohibiciones y preceptos (lo que tengo que comer, lo que no, cómo me tengo que vestir, qué tengo que conmemorar y festejar, con quién tengo que hablar y con quién no, con quién casarme, qué es lo que tengo que odiar y qué es lo que tengo que venerar, a quién puedo «apedrear, asesinar, violar, esclavizar y a quién no»)…, tanta regulación y minuciosidad —enfermiza— elaborada durante siglos de tradición («ficción»). De hecho, hay gente en este mundo metida en una burbuja que para vivir necesita pensar como se pensaba hace cientos/miles de años, vivir en una ucronía paranoica o en una fantasía medieval, que venera y respeta reliquias y personajes históricos —reales o ficticios— de hace miles de años pero que es incapaz de venerar y respetar a su prójimo, a sus semejantes, a sus coetáneos, con su diversidad, con su pluralidad, con su humanidad. Esta gente es feliz enajenándose voluntariamente, autoengañándose, desentendiéndose de todo lo demás, de la enorme problemática en la que está inmersa toda nuestra especie y el conjunto del planeta. No ve los efectos de la superpoblación, el ecocidio, el cambio climático, los efectos del extremismo fundamentalista, el abismo entre ricos y pobres…, cree que seguirá viviendo al margen de las implicaciones de una presión demográfica planetaria compuesta por más de 10.000 millones de personas más allá del 2050. Cree que nada de esto le salpicará, que todo esto está en manos de «dios» y de la «providencia» —ficción «dios», ficción «providencia»—, y que se podría solucionar volviendo a la Edad Media. Pero no, va a ser al contrario, lo que ignora es que son otros (yo por ejemplo), los que están haciendo planes para que sean estos, los que regresen de una vez por todas de la Edad Media a nuestro tiempo presente… se actualicen, se modernicen y hagan algo que merezca la pena, por el porvenir y el entendimiento de nuestra especie, y en especial de nuestra región mediterránea.
Un gran diluvio de «nácar» nos espera en esta parte del planeta, más vale que nos preparemos para salir a flote como Noé, porque lo que llega es una riada actualizadora... si pugnamos por una ribera mediterránea moderna, desarrollada, pujante, humanista, democrática; o eso o el Armagedón. A tiempo estamos de elegir cuál de los dos escenarios es el mejor, el que más nos conviene. Por tanto, si esta región quiere crecer, prosperar, desarrollarse, pacificarse, actualizarse, homologarse; muchos líderes actuales y futuros tendrán que retratarse, dejar claro de qué parte están, si desean sacar adelante a sus pueblos, asumiendo todo lo que comporta la modernización y el desarrollo, o lo contrario, tenerlos embolsados en manos de la superstición, la pobreza y la desesperación... Vivir sobre un gran yacimiento de petróleo y gas (en el caso de algunos países de la zona) ya no bastará, porque el mundo dejará de comprar hidrocarburos en las próximas décadas; tocará producir y comerciar con otros productos, tocará salir de la burbuja autista, del supuesto precinto de pureza monacal que pretenden imponernos algunos..., tocará actualizarse, desarrollar polos tecnológicos, polos industriales, zonas turísticas abiertas a la pluralidad del mundo, grandes infraestructuras, grandes remodelaciones urbanas de las ciudades actuales, además de asentamientos de nueva planta, y grandes áreas agrícolas irrigadas con la desalación masiva del mar, gracias a «FUHIRE», una tecnología prometedora que la Humanidad —ficción «Humanidad»— administrará a cambio de importantes reformas modernizadoras, económicas, sociales, culturales, democráticas y especialmente humanistas. Dicho queda.
*Nota 12. No es cierto. Las religiones de salvación o salvíficas, las abrahámicas, estas que proclaman la existencia de un solo «dios» verdadero todopoderoso, omnisciente, omnipresente, salvador, redentor..., que esperan un mesías que vendrá a la Tierra para juzgar a los vivos y a los muertos, con la promesa de la vida eterna y un paraíso…, en realidad no esperan nada de esto. El pueblo judío, por ejemplo, no renunciaría a ser tal pueblo en el momento en que llegara el «mesías» tan esperado, porque es más fuerte la identidad que han creado durante milenios de supuesta espera, de diáspora, de plasticidad neuronal, de endoaculturamiento y lectura de sus textos sagrados —de «ficción» por consiguiente—... que la posibilidad de entregarse, de diluirse, de asimilarse a un todo mayor, global, universal. Así pues, cualquier «mesías» será negado y rechazado sistemáticamente por el pueblo judío..., este es el hado fatal del «pueblo elegido» —ficción «pueblo elegido»—, el de negar su propia «salvación» —ficción «salvación»—. Ídem pues si llegara el «mesías» que esperan los musulmanes y el de los cristianos, pues lo negarían categóricamente en el momento que fueran confrontados con la profunda verdad —ficción «verdad»—, que no es más que la absorción de lo anterior, la revisión y asimilación de toda la tradición para recomenzar todos unidos, galvanizados, en una gran comunidad planetaria, lo que yo llamo «UMMA GAIANA». Así pues, de qué sirve tanta espera, tanta esperanza derramada, tanta fe, si no creen en lo que esperan... Llegado el caso, no estarían dispuestos a ceder, a diluirse, a fusionarse, a entregarse. En la práctica, la unidad no les conviene, lo sabemos. Dicho queda.
Tisho Babilonia en el Instituto del Mundo Árabe. París
*Nota 13. Se cree el que reza que, porque reza, es mejor que los demás —se autoengaña y lo sabe—. Hay muchas otras maneras de rezar y ser buena persona, de las que los libros sagrados se olvidaron por completo mencionar: está bien rezar en los templos y en la intimidad del hogar, y donde se quiera, pero el fin último de la oración es fusionarnos con el todo, con el amor profundo por la creación, por la naturaleza, por nuestros semejantes (religarnos unos con otros), así que rezamos cuando respetamos y amamos la naturaleza, cuando la protegemos, la descontaminamos, la reconstruimos, cuando nos enrolamos en ONG, en organizaciones ecologistas (esto es más que rezar, es el bien absoluto, puesto que nos permite legar un mundo mejor para las generaciones futuras que vendrán para que también puedan disfrutar de la creación); rezamos también cuando escuchamos y apreciamos la diversidad de los humanes, cuando leemos sus escritos, sus obras literarias, filosóficas…, cuando apreciamos sus creaciones artísticas, estudiamos el saber (científico, técnico, económico, político) acumulado. Es imprescindible que las religiones salvíficas reconozcan que la salvación del «alma» —ficción «alma»— que predican carece de sentido, si se mortifica y desprecia la vida real, terrenal, física que se nos dona cuando nacemos. La juventud reza, se religa, se fortalece emocional y socialmente cuando hace deporte, se educa, se forma, consume cultura, y cuando sale a divertirse en masa… luego ora, luego se entrega a Dios —ficción «Dios»—.
Continuará...
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