La combinación energética CAPEGASU representa en la actualidad más del 90% de la energía total que consumimos en el mundo, nos ayuda a extraer y transformar las materias primas de la tierra y del mar que necesitamos, mueve nuestras máquinas y vehículos, nuestras industrias, calienta y refresca nuestros hogares, nos alumbra en la oscuridad de la noche, y actúa como agente regulador de la economía mundial y las políticas de estado.
Al inicio de la Primera Revolución Industrial (mediados del siglo XVIII), se estima que la población mundial era de unos 800 millones de personas, en la actualidad hemos superado los 7.000 millones (una magnífica explosión demográfica). Las expectativas de supervivencia y expansión de la humanidad han aumentado espectacularmente desde entonces, y no cabe duda de que esto se ha debido al coctel energético CAPEGASU, a la quema masiva de recursos minerales, amén de muchas mejoras tecnológicas, alimenticias, higiénicas y sanitarias, todas ellas ligadas indisolublemente a la disponibilidad abundante de esta energía fósil. Sin embargo, en contrapartida, este sensacional éxito ha comprometido los ecosistemas del planeta, la biodiversidad, los niveles químicos de la atmósfera; hasta el punto de amenazar con un colapso medioambiental transcendental semejante al que provocó la extinción de los dinosaurios, un Ecocidio de dimensiones bíblicas, causado por la supremacía predatoria de una sola especie, la humana.
La alteración del clima, debido al Efecto Invernadero producido por la emisión gigantesca exponencial de CO2 a la atmósfera, durante décadas –siglos–, como consecuencia de la quema indiscriminada de Carbón, Petróleo y Gas Natural; ha hecho saltar las alarmas de la comunidad científica, porque se ha confirmado el temido Calentamiento Global, un fenómeno que amenaza con trastocar rápidamente el equilibrio natural de las especies en el planeta –la frágil e interdependiente red de biodiversidad creada durante millones de años–; acelerando la extinción masiva de especies animales y vegetales, emprendida desde la aparición del humán hasta hoy. Esta cadena de acontecimientos pone en jaque seriamente el “éxito” alcanzado por la humanidad, sin olvidar que se elevará el nivel de los océanos inundando grandes franjas de litoral, donde se asienta un alto porcentaje de la humanidad urbanizada, y se extienden importantes áreas de cultivo agrícola.
Pero por si fuera poco, lo peor de todo, lo que más directamente nos puede afectar, es que el pico máximo de producción global de petróleo (peak oil) se alcanzó según todas las estimaciones alrededor de 2010. Por ende teniendo en cuenta su creciente demanda generalizada –sobre todo en las sedientas economías emergentes, los BRICS y demás–, se pronostica un vertiginoso ocaso (crash oil) de esta materia prima fundamental, auténtico talón de Aquiles de la economía mundial, pues está presente en casi todo.
Algunos pretenden argumentar con insistente rigor científico que no efectuaremos a tiempo una sustitución energética plausible –preferiblemente de origen renovable–, al menos no a la escala requerida; unos hablan de DECRECIMIENTO, de regresar a niveles de vida preindustriales, de simplicidad voluntaria, de neorruralismo… otros tristemente de COLAPSO, de crisis económicas, financieras, alimentarias, humanitarias… de guerras por los recursos, y destrucción de los estándares de vida alcanzados en la actualidad. Toda una avalancha informativa que está propiciando en los últimos tiempos, un estado de ánimo pesimista, derrotista, incluso misántropo (un ácido resentimiento/reproche hacia nuestra especie, hacia todo lo humano); un clima psicótico que defino como «Síndrome de Mad Max». Y en medio de este proceso de análisis intelectual depresivo, sombrío, estoico, paranoico, punk, apocalíptico... cabe añadir los cálculos que especulan con la inminencia de otros muchos picos de materias primas no renovables, que hasta ahora formaban parte capital de los procesos industriales y de nuestra vida cotidiana, como el cobre, el litio, el coltán, las tierras raras... incluso el agua limpia, lo que ha comenzado a denominarse "peak everything", que podríamos traducir como la "Gran Escasez"; poniendo de manifiesto que el crecimiento tiene límites físicos inquebrantables/inexorables, umbrales insorteables, y que la promesa neoliberal productivista del capitalismo, basada en el progreso, el consumo y el endeudamiento exponencial infinito, es una quimera temeraria e inconsciente que nos arrastra hacia el abismo de la extinción.
Por último, no lo olvidemos, el cuarto elemento de la ecuación CAPEGASU, el Uranio, además de ser un recurso mineral escaso, localizado de forma inconveniente en muy pocos países, éste alcanzará su cénit de producción mundial antes del 2040, representando tan sólo un 6 % (+/-) de la producción energética mundial, con el agravante cada vez más impopular de que no es una energía ni limpia ni segura, como ya sabemos.
¡ULTREIA! OS SALUDO.
Tisho Babilonia.