La cuestión es: ¿Dónde vas Europa, quo vadis Europa? A lo que hay que añadir: ¿Qué hacemos con el horrible sistema económico que nos hemos otorgado (tarea de siglos); un sistema resultón, pero a todas luces ramplón, obsceno, repugnante, salvaje, insultante y moribundo? ¿Mejora el supuesto avance lineal y ascendente de nuestra civilización, la sobreestimada idea de progreso...
o esto es un macabro mito, fruto de la vanidad humana y el autoengaño, que lo único que produce son crisis económicas criminales, y dentelladas de lobos compitiendo por el último céntimo?
¿Es legítimo que Reino Unido se plantee salir de la Unión Europea? Por supuesto, faltaría más. La Democracia es una fiesta, tiene muchas facetas entre ellas la ironía: Por qué no entrar en un club, prometer el estricto cumplimiento de las normas, probar un rato, y si las cosas no salen, si se ponen complicadas, abandonar la nave, y donde dije digo, digo Diego... ¿Por qué no?
“¡Eh guys! ¡Nos vamos! Que cada cual se despioje su pellejo”. Parecen decirnos los más valientes.
Pero las cosas no son tan fáciles. Es por todos conocido, que el Mundo British es muy peculiar, y que son tan insulares ellos, que desde ese aislamiento congénito es fácil caer en la tentación de ver al resto del mundo como los “daltónicos”, de un color distinto al real. Se pueden contar con los dedos de la mano los países con los que no tuvieron briegas bélicas, a los que no intentaron inocular su afán (utilitario) predatorio de apoderarse de los recursos naturales y humanos locales, y luego venderles a éstos mismos, sus manufacturas industriales. Que hay que inventar la Royal Navy y consagrar la piratería, se hace. Que hay que liderar la mayor plutocracia mundial –familias que amasaron fortunas inmensas en el negocio de la explotación colonial, los esclavos, la guerra, la energía, la minería, el opio, las finanzas, las infraestructuras…–, se hace. Que hay que enzarzarse en unas cuantas guerras mundiales y regionales, y ser un escudero fiel… Why not? Que hay que convertir en ciencia el comercio y la economía para nadar sabiendo guardar la ropa: Adam Smith (padre de la economía), David Ricardo, William Petty (idea del pleno empleo), John Stuart Mill (utilitarismo), el mismísimo John Maynard Keynes… todos británicos; son algunos de nuestros maestros universales. Que hay que inventar la máquina de vapor y la industrialización, un siglo antes... lo que haga falta. Que hay que inventar una Civilización British –con un idioma engendrado en la bruma– y extenderla “graciosamente” (victorianamente) a todos los territorios posibles... sea. Y cuando no pueda ser, se inventa el liberalismo y los tratados de libre-comercio –para que los otros hagan lo que yo diga pero no le que yo haga–. Después viene todo lo demás: el dinero fiduciario, la ingeniería financiera, los megabancos y las multinacionales, el Consenso de Washington, el “Nuevo Orden Mundial”, el endeudamiento sistemático exponencial, el consumismo patológico, la publicidad orwelliana, la obsolescencia programada –el mismísimo Satán–, la destrucción del medioambiente, el espionaje masivo… y de paso los paraísos fiscales, claro –quién inventa la ley inventa la trampa–.
"British Atractor". Tisho Babilonia. Óleo sobre tela. 70 x 70 cm. 2016
Por último, of course, a ser posible, que la Commonwealth (riqueza común) y el resto del tinglado económico mundial pivote en torno de la City de Londres, baile a su son: seguramente el centro financiero más importante del mundo –más que Wall Street–, el más especulativo y volátil, el más “culpable” –añado yo–, que representa nada menos que el 15 % del PIB nacional británico e influye decisivamente en los éxitos y las catástrofes económicas globales; se trata de PURA RIQUEZA como sacada de una chistera, una concentración de bancos inusitada, en 2´6 km2, operando transacciones masivas por todo el mundo (finanzas globales, comercio de dividas, stock de inversión extranjera directa –IED–, activos bancarios…). Hay economistas que ven a Gran Bretaña como la mayor economía rentista del mundo, y la City como el más descarado paraíso fiscal, con el inmenso privilegio de poder trajinar con los recursos y el valor creado en las demás partes del mundo. Pero no debemos pasar por alto que hay otros muchos centros, especializados en estos mismos menesteres: la ganancia neta.
No hay mal que por bien no venga (blessing in disguise)
Así es, las cosas no son tan fáciles, la distancia entre Dover y Calais seguirá siendo la misma, muy corta; lo que cambiará –con o sin los británicos– será la interpretación que haremos de la economía –la verdadera, no la ficticia–, la democracia –de verdad–, y el porvenir –real, tangible y ecológico– de nuestra especie. Es larguísima la lista de atrocidades y abusos de unos pueblos con otros, la historia del pillaje y la usura, de la competitividad encarnizada por los recursos… Los británicos, tal vez, han sido más eficientes que otros a la hora de jugar sus cartas –tendrá que ver con esa alteridad “daltónica” insular, que me figuro–. Pero que nadie me confunda, los pueblos tienen un pasado y un presente teñido por luces y sombras, unos con más mierda que otros; nada que debamos recriminar hasta el fin de los tiempos, si sabemos mirar hacia adelante con espíritu de reconciliación y hermandad universal. En Europa, la codicia, la competitividad y el encono, creó potencias imperiales descomunales, desencadenó fuerzas jamás previstas por nadie, que para bien o para mal, fueron decisivas para la configuración del mundo de hoy. Pero Europa fue y sigue siendo un gran laboratorio de experimentación, un vasto espacio de ensayo y error, capaz de las creaciones más sublimes y la deshumanización más infernal. No hay mal que por bien no venga, de todo debemos extraer una enseñanza constructiva, aunque debe quedarnos claro que el «SABER OCUPA LUGAR, ES DOLOROSO Y CUESTA DINERO».
Pongo el dedo en la llaga de los europeos, señalo la falta y señalo la virtud. Reivindico un renacer glorioso, a la vez que una profunda expiación, y el firme deseo de –una vez más– superarnos y sorprendernos a nosotros mismos; haciendo emerger la NUEVA EUROPA que llevamos dentro, para reinventar sus instituciones, la democracia, la ciudadanía civil común, los derechos humanos, una economía consciente y colaborativa… Europa debe emprender una revolucionaria relación consigo misma y con el resto del mundo, guiada por un impulso de compensación, de redención, de reciprocidad, y por la legendaria capacidad de innovación de los europeos.
Brexit o no Brexit, lo que me importa es que con los restos que quedan del sueño comunitario europeo, comencemos de nuevo, con más inspiración, empeño, experiencia, autoconocimiento, imaginación, cooperación, respeto mutuo, y el firme propósito de no cometer los mismos errores; superando las dificultades una vez más, como en las mejores familias. Los ciudadanos de los denominados países PIGS –también tildados de “periféricos”– podemos devolver el insulto y airear las vergüenzas de los WOLVES “centrales”; pero no merece la pena, el interés por el bien común es mucho mejor.
¿De verdad llegasteis a creer que las cosas seguirían su curso como de costumbre, sin remedio… que no reaccionaríamos, que la gente seguiría confiando ciegamente su destino y el de los suyos en manos de la llamada “élite”: una panda de trapaceros irresponsables, que viven en la cima de la “cadena trófica” financiera global, por encima del bien y del mal y de la democracia, en una permanente y desenfrenada bacanal, estancados en alguna fase freudiana?
¿De verdad creísteis que después de esta última crisis caníbal monumental (2008), el mayor atraco –timo, desfalco, ultraje, insulto, traición, sabotaje, crimen, mordisco…– de la historia, estimado por algunos en 14.000 BILLONES de dólares, perpetrado por el famoso 1% más rico de la población, no habría consecuencias? ¿Dónde estaba la clase política, nuestros “servidores públicos”, qué fue de la prometida democracia, del estado del bienestar para todos, y de la fe inquebrantable en las sagradas instituciones públicas, y en el progreso ascendente sin fin?
“Lo menos que se le puede pedir a un humán es que sea perfecto”.
(Ernesto Sábato)
“Lo menos que se le puede pedir a la Unión Europea es que sea perfecta”.
(Tisho Babilonia)
Y estalló la CRISIS, o burbuja, o estafa piramidal… la escala y el nivel de depravación superaron cualquier umbral de tolerancia, saltaron las alarmas sociales. Las consecuencias fueron dantescas: quebraron algunos megabancos, algunas aseguradoras, pero sobre todo empresas a mansalva –pymes las que más–… otras se rescataron con dinero público –“eran demasiado grandes para caer”–… millones de personas acabaron estafadas, sin ahorros, sin futuro… otras en la lista del paro sin su medio de vida, otras desahuciadas en la puta calle, la juventud estirando currículum a base de másteres de posgrado y cursillos ocupacionales, sin ninguna experiencia laboral ni perspectivas de tenerla, o emigrando en masa… y una deuda pública galáctica. Una maldita pesadilla, tan real, que mataba a las personas, a muchos enfermos víctimas de los recortes en la Sanidad. Asistíamos al vil desmantelamiento de la clase media europea y a la aparición de una nueva clase social masiva: el PRECARIADO –en palabras del sociólogo polaco Zygmunt Bauman–. En definitiva, un austericidio tele-comandado por las políticas ciegas, sordas, serviles y obsoletas, de la misma clase política y las mismas instituciones, con las mismas trasnochadas fórmulas, que habían participado por acción u omisión, o por ineptitud, o por corrupción –puertas giratorias, prevaricación, cohecho, malversación…–, en el macrocrimen financiero trilero arriba mencionado.
Europa desde entonces no puede ser la misma, ni el mundo tampoco. Por fin se comprendió que NO ES UNA CRISIS, ES EL SISTEMA. “Dormíamos y despertamos”. La ciudadanía tomó las plazas legítimamente, con conciencia de causa, al grito de ¡INDIGNAOS! (Stéphane Hessel) y en cada parte del planeta se expresó de un modo parecido –al margen de las particularidades regionales–: la Primavera Árabe, los Indignados en España, Occupy Wall Street en Estados Unidos, Plaza Síntagma en Grecia, Movilización estudiantil en Chile, protestas en China, en Brasil, México… con un mínimo común denominador: “NO NOS REPRESENTAN”. Y si las instituciones actuales políticas, financieras, junto con la “mano invisible” del mercado, y todo lo que eran valores salvavidas nos han traicionado atrozmente… es el tiempo de empoderarse cuando se espera bien poco de ellos. Ésta ha sido la reacción de la SOCIEDAD CIVIL GLOBAL, comenzar a pensar por sí misma, emprender un cuestionamiento profundo, esférico, revisionista, sin tapujos, en red, acerca de la angustiosa problemática que comporta la existencia de 7.300 millones de personas sobre nuestro planeta y buscar soluciones tangibles, razonables, y veraces para nuestro BIEN COMÚN.
Liberación Mental
Despertamos
Sólo en Europa se cuentan a millares los ejemplos de iniciativas soberanas de la sociedad civil, en todos los ámbitos (económicos, sociales, culturales…). Más los ríos de tinta que corren por las redes y la prensa escrita de los nuevos intelectuales librepensadores, interviniendo, proponiendo, construyendo salidas, pintando de luz el final del túnel. También han aparecido multitud de nuevos partidos, nuevas expresiones, nuevas sensibilidades, que recogen el drama, la confusión y el descontento –en los extremos, arriba y abajo, en los centros y las periferias–. Una vez más Bauman nos define/describe/diagnostica la situación: se trata del licuado de todas las estructuras consabidas (Modernidad Líquida). Pero esto está aconteciendo a gran escala en todo el planeta.
Al famoso sistema BAU (Bussiness As Usual), al modo habitual de hacer negocios, a la ideología predominante –que sólo se atiene a dos premisas sin escrúpulos, la optimización de beneficios y la rivalidad competitiva–, le han crecido los enanos. Con permiso o sin él, al sistema neoliberal imperante le han aparecido infinidad de contestatarios conceptuales, y de opciones alternativas balbuceantes, que están configurando los cimientos del mundo que viene.
TODO: el dinero, la economía, el mercado, la publicidad, el consumismo, las materias primas, la energía, los transportes, el impacto medioambiental de nuestra presencia y nuestras actividades en el planeta, el cambio climático, la contaminación masiva, la superpoblación, las instituciones, la clase política, lo que queda de las viejas ideologías y de los estados nación, el imperialismo, el armamentismo, el terrorismo, el desequilibrio norte-sur, la pobreza, los conflictos sociales, la inequidad, la pulsión emocional de la sociedad, los valores y los vicios humanos, la educación y los viejos paradigmas, las religiones, el tecnoptimismo, la complejidad creciente… la soberanía y la libertad. Todo se está cuestionando, revisando, sin miedo, sin ira, y se está creando un caldo de cultivo del que saldrán importantes averiguaciones para el porvenir de nuestra especie y la biodiversidad de nuestro planeta.
LAS CONCLUSIONES más importantes –a mi parecer– sentencian que la economía neoclásica, basada en el crecimiento exponencial ilimitado de mercancías y capitales, bienes y servicios, está topando frontalmente con una realidad infranqueable: los límites físicos, materiales, biológicos, ecológicos del planeta. Por tanto, peligra nuestro way of life a escala global, nuestro imaginario colectivo BAU.
A continuación, queda más que demostrado (Thomas Piketty) que la inercia de los sistemas neoliberales, acaba acumulando la riqueza y el poder en muy pocas manos, en una plutocracia; por tanto traicionando la democracia y creando una brecha peligrosa entre la minoría omnipotente y el precariado (el resto).
El Marxismo también se perfila como una alternativa obsoleta, porque participa de las mismas premisas productivistas y materialistas neoclásicas, es puro capitalismo de estado, con el agravante de que las libertades se restringen por la vía política, aparte de que el intervencionismo estatal exacerbado es tan contraproducente como su contrario.
Otro escollo fundamental concierne al sistema energético global, que se apoya mayoritariamente en el consumo indiscriminado de las energías fósiles (CAPEGASU) no renovables, que contaminan y calientan el planeta a gran escala, con el agravante de que la producción ha comenzado a descender dramáticamente, al contrario que la demanda. Los expertos auguran un colapso energético, económico, medioambiental, social y político, si no se reacciona a tiempo, y se encuentran alternativas viables e inteligentes para el conjunto de la humanidad.
Por último, pero no menos importante, es que todos los sistemas e ideologías conocidos y experimentados, que prometían una gran emancipación humana, han fracasado con estrépito, porque sus fundamentos teóricos, sus modelos y praxis no alcanzan en lo más mínimo para cubrir la expectativa de llevar la abundancia y el bienestar al conjunto de la población mundial –bien porque no se pretendía a priori o bien porque era del todo impracticable–. Lo cierto es que la economía basada en un crecimiento lineal ascendente, la competitividad ciega, la mano reguladora invisible del mercado, y el consumo circular incesante (comprar, tirar, comprar); a día de hoy comienza a percibirse como una pesadilla distópica, que pone seriamente en peligro nuestra supervivencia, y además, no alcanza a proveer dignamente más que al 20% de la población mundial, casi como si se tratara de una proporción natural de carácter divino (Principio de Pareto).
Economía Esférica
Un somero sondeo por la actualidad intelectual y las iniciativas económicas y sociales que están aconteciendo, arroja un saldo esperanzador, que está dispuesto a librar una “batalla” por las ideas, contra el sistema ideológico y económico imperante, obsoleto y camicace.
A modo introductorio se me ocurre mencionar:
TEORÍA DEL DECRECIMIENTO. Se trata de una palabra obús, como dice Serge Latouche –uno de sus teóricos más paradigmáticos–, para hacer “volar por los aires” cientos de años de hábitos, creencias y prejuicios en el ámbito de la economía, y de la relación de los seres humanos con el entorno medioambiental; lo cual alcanza todos los aspectos de nuestras vidas (esféricamente)… Si “crecer” nos pone en peligro, la primera reacción que pasa por la cabeza es acaparar egoístamente –lo cual empeora la situación–, o decrecer; si se opta por esto último, después es repartir para decrecer ordenadamente y evitar males mayores, y repartir implica una nueva conciencia ética, solidaria, colaborativa, cívica, verde, política… implica frugalidad, una simplificación de nuestras vidas, de nuestros hábitos consumistas… implica construir un nuevo relato, imaginario o cosmovisión, que nos contente y cambie completamente nuestra relación con la naturaleza y nuestros propios congéneres. Las famosas 8R de Latouche o pilares del decrecimiento (Revaluar-Reconceptualizar-Reestructurar-Relocalizar-Redistribuir-Reducir-Reutilizar-Reciclar) bastan para dar una idea del calado revolucionario y concienciador que se está poniendo sobre la mesa. El debate queda servido.
Al amparo de este concepto paraguas –que ha necesitado décadas para ser apreciado en los cenáculos de los economistas–, se están arremolinando un sinfín de tendencias, movimientos, grupos, actividades, obras, tecnologías… que no tienen ninguna intención de desvanecerse en el éter, sino de cuestionar a fondo el sistema BAU y de oponerle alternativas bien argumentadas, sólidas e inapelables.
Al mismo tiempo, la preocupación por el confirmado agotamiento inminente del petróleo, ha levantado una ola de desesperación, que en gran medida ha adoptado la idea preventiva del ahorro energético, del decrecimiento; a la par que la búsqueda frenética de energías alternativas renovables, para paliar en la medida de lo posible, lo que se teme como el mayor colapso civilizatorio de la historia.
La conciencia ecologista por fin ha fraguado, encontrando el marco coyuntural, teórico, social y económico adecuado para prosperar: partidos políticos verdes, agroecología, permacultura, experimentos sociales como las ecoaldeas, finanzas verdes y éticas, comercio de proximidad, comercio justo, sostenibilidad, energías renovables, ecoinventos… Al PIB le contraponen el FIB, al Estado del Bienestar –idea ligada al hiperconsumo– le contraponen el Estado del Buen Vivir…
TERCERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (TRI). Es otro concepto exitoso y prometedor, promovido por Jeremy Rifkin, que también participa del imperativo contemporáneo de remover conciencias, frente a lo que se percibe como una importante encrucijada sistémica de la historia y un inevitable cambio de paradigma. Este autor norteamericano insiste en la necesidad de edificar un Nuevo Relato –cultural, social, ideológico, económico, energético, tecnológico, holístico–, ofertando una salida honrosa al sistema BAU neoclásico, tanto de derechas como de izquierdas. La generalización de las energías renovables, las tecnologías del hidrógeno, Internet y la Era de la Información: darán al traste con las estructuras corporativas mastodónticas centralizadas y verticales del sistema económico basado en CAPEGASU (energías no renovables). Muchos emporios económicos y financieros sucumbirán ante la nueva era industrial postcarbónica que él define como «CAPITALISMO DISTRIBUIDO». El gigantismo y la rigidez de las estructuras económicas del siglo XX –en torno de las metrópolis–, será superado por una era colaborativa emergente, una red de pymes, cooperativas, asociaciones (productoras/consumidoras, es decir, «prosumidoras») muy versátiles y creativas; una red horizontal, global, cosmopolita, gestionada y conectada a través de internet, redes integradas de transporte y logística...
Procomún, poder lateral, ecosistemas, emprendeduría social, educación colaborativa y empática… un sinfín de agradables conceptos que dejan la puerta abierta a la esperanza. Rifkin es un intelectual con una mente maravillosa (esférica), un autor prolífico visionario de los que marcan tendencia, con obras como la mencionada “Tercera Revolución Industrial”, “Sociedad de Coste Marginal Cero”, “Fin del Trabajo”, “Economía del Hidrógeno”, “La Era del Acceso”, "La Civilización Empática"... Sus averiguaciones darán mucho que hablar.
ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN. Nunca estuvo mejor ejemplificada la fábula de Esopo, de la liebre y la tortuga. El joven economista austriaco Crhistian Felber, en un encaje de bolillos magistral, emprende la búsqueda de una fórmula económica satisfactoria, aliada de la complejidad emergente, que sea cómplice con las exigencias de una sociedad emancipada, soberana, democrática. El objetivo es hacer florecer un nuevo orden económico, permutando las reglas del juego, recompensando las virtudes humanas y no las perversiones, asegurando lo que está prometido en nuestras constituciones: la búsqueda del bien común y la justicia social. Pero lo hace, enfocando la atención sobre lo que realmente vale para el procomún: la calidad de vida, la cobertura de las necesidades fundamentales y los valores humanos... Ha inventado una especie de test o evaluación para aplicar a las empresas, asociaciones, instituciones... que pretende medir el Producto del Bien Común (PBC), restándole mérito a lo único que computaba antes: la rentabilidad monetaria y la competitividad (PIB). Opta por la estrategia perseverante de la tortuga, un proceso gradual, propositivo no impositivo, al que lenta pero inexorablemente se están adhiriendo muchas empresas de Europa y del Mundo.
Cualquier empresa –pública o privada, grande o pequeña– que se precie, debe comenzar a tener en cuenta multitud de baremos que tradicionalmente han sido despreciados o ignorados por el sistema BAU, que únicamente perseguía maximizar beneficios financieros y fagocitar la competencia. Desde ahora, el éxito tiene una nueva mesura, la meta es el mayor aporte posible al BIEN COMÚN. El sistema que propone Felber es evaluar una lista importante de indicadores que la nueva empresa debe atender, por ejemplo: si crea o destruye empleo, si mejora las condiciones de trabajo de los empleados, si trata y paga igual a las mujeres y los hombres, si recicla, ahorra energía y es sostenible ecológicamente, si los productos son de calidad, eficientes, si la empresa es transparente e involucra a los empleados en las decisiones –si es más horizontal–, si fomenta el comercio justo… incluso se tiene en cuenta el margen de desigualdad de la renta entre los salarios más bajos y los más altos de la empresa –incluidos los directivos y jefes–.
Este balance del Bien Común se reflejará en informes, en un sistema de puntos de 1 a 1000, en el etiquetado de los productos, y en los precios finales. Los estados, de acuerdo con sus constituciones, incentivarán los mejores balances y penalizarán con impuestos los peores. Por último, la decisión final recaerá sobre los consumidores, que valorarán el esfuerzo de las empresas más solidarias y congruentes con el bien común. Este método pretende provocar el desvanecimiento de las prácticas económicas y financieras abusivas, inhumanas, especulativas, irrespetuosas con el medioambiente… de las empresas ancladas en el viejo paradigma. Se encuentra por fin un equilibrio inteligente entre las dos pulsiones ideológicas más importantes de la historia –el liberalismo y el marxismo–, dos fórmulas realmente nocivas para la convivencia, la equidad, la justicia social, y el medio ambiente. Estamos ante una genial revolución conceptual aterciopelada, “condenada” a triunfar y extenderse por el mundo. Vale la pena informarse y tomar partido sobre esto.
Tendencia hacia el VERDE
POSTCAPITALISMO. Pero por si alguien tiene dudas ante los cambios de percepción de la realidad que están confluyendo en nuestro tiempo, bastaría con echar un vistazo a la obra del periodista británico –corresponsal de prensa en mil crisis: de los refugiados sirios, Grecia, Gaza…– Paul Mason con un título oportuno como la lluvia de abril: “Postcapitalismo: Hacia un nuevo futuro”, donde se pronostica una vez más, el desplome del neoliberalismo –la muerte del capitalismo– porque ha agotado su capacidad para adaptarse a los cambios, pero lejos de alentar el pánico y adoptar la retórica zafia de las fórmulas rancias o el repliegue a los nacionalismos y los populismos (Donald Trump, Marine Le Pen, Brexit, la tercera vía…), ofrece un plan B (Proyecto Cero), un mensaje optimista, y la visión de un contexto de abundancia, perfectamente realizable: La total automatización, robotización e informatización de los procesos productivos, augura una era sin trabajo y de gratuidad en muchos servicios y productos, el llamado “coste marginal cero” –que Jeremy Rifkin ya analizó–, y un futuro colaborativo como la opción más sensata, justa, y solidaria; eso implicará también la socialización del sistema financiero.
PARA TERMINAR. Los cambios que se vislumbran en el horizonte sólo pueden optar por un viraje inteligente, imaginativo, audaz, para sacarnos del colapso y el hundimiento que muchos desearían, con tal de salvar su estatus y prerrogativas. El neoliberalismo, la rigidez monolítica de muchas estructuras, el viejo paradigma, se muere de “éxito”; lo que viene es una explosión de caminos, de fórmulas: una retícula esférica colaborativa, llena de posibilidades para todos. O eso, o el apocalipsis.
Quedan muchos temas y fórmulas por tratar, mucho debate, mucho espacio por llenar en lo que yo llamo la ECONOMÍA ESFÉRICA. Se acerca el tiempo en el que las palabras y los sueños se pueden materializar, y muchos modelos de autogestión o iniciativas económicas sociales dejarán de ser meras alternativas marginales para inflar esta enorme piñata de promisión: Tasa Tobin, renta básica incondicional, economía sostenible, economía social, economía basada en recursos (Jacque Fresco), economía feminista, economía circular, finanzas éticas, monedas sociales, monedas electrónicas, bancos de tiempo, plataformas en línea para uso colaborativo, comercio justo, comercio de proximidad, procomún, movimiento slow, movimiento maker (hágalo-usted-mismo “DIY”), diseño abierto, trueque y segunda mano, la multipropiedad, crowdfunding (micromecenazgo), contaminación cero, producción industrial circular “de la cuna a la cuna”, ecoaldeas, smart cities, energía FUHIRE, permacultura…
Me queda muy claro, que pocos estamentos y estructuras conocidos, podrán resistir el vigoroso envite que viene. Las nuevas generaciones criadas en una cultura de crisis y conectividad, las nuevas tecnologías de producción y servicios, el pensamiento en red, la economía esférica… requerirán la invención de nuevos espacios de relación y transacción, una ampliación efectiva de la democracia, que se traducirá en fórmulas y estructuras flexibles, multicapa, gnósticas, bajo la premisa colaborativa del nuevo paradigma. En este contexto de transición, de desplazamiento hacia el verde, veo el renacimiento de la Unión Europea, la refundación de sus estructuras, trazadas por la sensibilidad de la Nueva Europa; y veo su nuevo rol en el mundo, como aliada del gran salto adelante global. Intuyo un mundo más esponjoso, interconectado, cosmopolita, y más próspero para todos, porque compartiremos mejor nuestros recursos y conocimientos de forma global. Pero eso es otra historia…
Por todo lo dicho, propongo solemnemente ;o)
"Caminar como un egipcio"
¡ULTREIA! OS SALUDO.
Tisho Babilonia.
NOTA: Algunos hiperbóreos fervorosos, defensores del Brexit, se han movilizado al grito de «¡Gran Bretaña Primero!», y una diputada laborista ha muerto vilmente por ello. Pero yo susurro, imploro (esgrimiendo mi pincel): «¡EL PLANETA PRIMERO!» Y condeno de antemano a cualquiera que, usando estas palabras como pretexto, incurra en villanías semejantes, porque no habrá comprendido nada y merecerá toda la reprobación... Aprecio y reconozco muchos grandes logros realizados por los anglosajones: ¿Acudirían a mi llamada, su naturaleza intrépida e insular lo podría soportar? That´s the last question.